jueves, 28 de febrero de 2019

LA PROSTITUTA

LA PROSTITUTA...
Autor: Juan Carlos Carvajal Escalante.

"Samanta, era una prostituta de gran belleza, tenía unas largas piernas, un buen trasero y unos pechos medianos, tenía una gran belleza que la hacía resaltar de las demás prostitutas. Su piel era blanca, tenía un aroma incitante al sexo. Su voz seducía y provocaba orgasmos y sueños intensos...

Un día, fui en busca de un poco de sexo y encontré a Samanta, llegamos al cuarto de un hotel. Tuvimos sexo. Yo quedé asombrado ante su inigualable pasión. Sus movimientos, su perversión y ese rostro que colocaba cuando la penetraba una y otra vez. Era como si le gustara tanto sentirlo adentro y que la tratara fuerte y con intensidad. Palabras sucias iban y venían. El sudor y los azotes inspirados por la excitación y esas ganas de no parar de 'coger'... Pero debo admitir que hubieron momentos en los que me inspiró tratarla tan suave y dulce. Momentos en los que me dejé deslumbrar por su belleza y su delicadeza propia de mujer... Lo reconozco. Todo fue muy bueno.

Días después, bajo una tarde lluviosa me sentí bastante solo. Me encontraba en mi habitación. Decidí salir y dirigirme de nuevo a aquel lugar en donde Samanta ofrecía sus servicios. Pensaba en ella. Justamente allí la encontré, le ofrecí cierta cantidad de dinero y la invité a mi apartamento. Llegamos a mi habitación y Samanta comenzó a desnudarse, pero yo la detuve. Le dije que esperara, que esa noche sólo quería platicar y tomar un poco. Quería conocerla. Ella enmudeció y se me quedó mirando a los ojos. Soltó una risa tímida y luego accedió, me empezó a contar acerca de su vida.

Ella, había nacido en un hogar disfuncional, donde su padre era alcohólico y su madre pasaba ocupada saliendo con amigos casi siempre, y prácticamente ella no les importaba en lo más mínimo; dos de sus tíos la morboseaban bajo palabras de vez en cuando atrevidas o ambiguas, la mayoría de sus primos querían estar con ella. A los 15 años había escapado de su hogar. Me comentó que los 3 únicos novios que pudo tener fueron su refugio y aprendió muchas cosas en temas sexuales de ellos. La llevaron a cumplir sus fantasías, como tríos con amigos. Todo eso sucedió entre sus 16 y 19 años. Confesó que a sus 22 años en una ocasión accedió a tener sexo con dos de sus primos al tiempo. Lograron excitarla hablando de temas íntimos luego de tanta insistencia... También me dijo que, jamás había terminado sus estudios y que siempre le había sido difícil conseguir un empleo, que había dormido varios meses en la calle y todo eso la había orillado a la prostitución. Me contó sobre los maltratos de algunos clientes, y lo repugnante que era para ella el acostarse con hombres con poca higiene, drogadictos y desquiciados.
Me dijo lo importante que sería para ella escapar de la prostitución, que ella soñaba con formar una familia, tener un lindo hogar, e incluso tener hijos. Admitió que le encantaba demasiado el sexo, que le gustaba cada momento de ello, pero que en definitiva eso no era lo que la hacía feliz. Que eso para ella terminó siendo también como una especie de droga o placebo. Me sorprendió mucho su forma de pensar, y ver todo aquello que yacía oculto dentro de esa mujer...

Salimos un par de ocasiones más, platicamos, hicimos planes de salir solo a caminar. Cada vez me asombraba más su manera de ver la vida. Sentí que me empezaba a enamorar de ella...
Pero un día, dejé de ver a Samanta por un largo período, por cuestiones de trabajo, no recuerdo muy bien si fue por dos años o más; pero de ella no volví a saber. Debo admitir que seguí pensando en ella. Me preguntaba a diario por su vida, por su destino, por cómo estaría o cómo habría pasado su día.

Una tarde, caminando por el vecindario, la encontré, estaba allí parada. Aún conservaba su belleza. Se me aguaron los ojos. A ella le brillaron. Me acerqué y sin dudarlo nos abrazamos. Fue muy emocionante aquel momento. Platicamos por un largo rato, me contó muchas cosas. Había abandonado la prostitución y había encontrado un trabajo decente; me dio su dirección y dijo que pasara a visitarla cuando tuviera tiempo... No lo dudé y le robé un beso. Volví a abrazarla y nos despedimos prometiendo volver a vernos. Eso fue un 10 de enero.

Pasó luego un mes y no podía aún ir a visitar a Samanta, tenía demasiado trabajo, así que pensé en invitarla un día antes a salir y luego terminar en su apartamento o en el mío, un 13 de febrero, para que justo el día 14 de febrero día de los enamorados cuando el reloj marcara las 12:00 AM, decirle lo que ella había despertado dentro de mi al haberla conocido, y declararle mi amor. Pedirle que se casara conmigo. Pero...

Pero... ¿Saben? Es aquí justo en este punto donde siempre suelto en llanto. Era un martes por la mañana. Ese día era 14 de febrero. Estaba en mi habitación. Recibí una llamada, era un Policía, me preguntaba cosas acerca de Samanta, pues había encontrado mi número en su agenda telefónica. Le di mis datos y le dije lo que sabía acerca de ella. Yo aún no comprendía la razón de aquellas preguntas pero presentía algo extraño. Él me dijo... Él me dijo. Me dijo que Samanta había muerto...

Perdón. Perdónenme, haré una pequeña pausa. Recordar eso me duele mucho. No me sienta bien... Lo siento...

Bien, aquí estoy de nuevo. Quiero seguirles contando. El Policía aquel me comentó mientras yo me desangraba en lágrimas, que por la noche anterior, un sujeto había llegado a su apartamento y le habría ofrecido dinero a cambio de sexo, ella no accedió y el sujeto la entró por la fuerza a su apartamento, la golpeó y abusó de ella, y después la mató. Que no había dejado pista alguna y que solo estaba su agenda telefónica. Que intentaron contactar a cada uno de esos números para dar la noticia a alguno que quizás fuera un familiar o un conocido de ella. Sospechaban de que fuera un sujeto que habría sido uno de sus clientes cuando ella era una prostituta. Me quedé sin palabras, sentí un nudo en la garganta y un fuerte sentimiento dentro del pecho. Esa vez sentía que el corazón se me partía en dos. Aún hoy siento que lo tengo partido en dos...

Como ella no tenía familiar alguno, yo fui a reclamar el cuerpo, para darle un funeral digno. Al llegar a aquél lugar, escuché a los policías decir que lo que le había pasado, ella se lo había buscado, que era una prostituta, una escoria menos para la sociedad, que bendito fuera el hombre que le había quitado la vida. Yo me llené de coraje, ellos no habían conocido a Samanta como lo había hecho yo. Ella era una mujer. Una gran mujer que había elegido mal su camino pero que quería recuperar un nuevo respiro para su vida como esa gran mujer que en el fondo siempre fue...

El día de su funeral, fue demasiado triste, no fue nadie, solo yo. Nadie le podría llorar sobre su tumba excepto yo. A nadie le iba a hacer falta, sólo a mi. Yo la miré allí dentro de aquella caja, me maldije a mi mismo por no haberla ido a visitar unos días antes. Quizá si yo hubiera estado allí ella aún estuviera con vida. Me arrepiento de no haberle dicho 'Te quiero Samanta', de no haberle dado un último beso, un fuerte abrazo. De no haberle dicho lo importante que era para mi. Ahora, ella estaba allí dentro de aquella caja. En sus labios se dibujó una ligera sonrisa, quizá porque ella supo que por fin había terminado, que al fin terminó ése infierno para ella. Quizá supo que sí había alguien que la amaba y no hubo tiempo para decirlo...

Pero... Lo que más me atormenta hoy, es que hoy me encuentre relatándoles esta historia entre lágrimas desde la cárcel. Al final, aquel que la habría matado fui yo, y todo fue solo un mal trastorno de mi mente que me llevó a hacer cosas que jamás imaginé... Realmente no era una prostituta, era mi prima, a quien por esas tantas ganas enfermas que le tenía la dibujé en mi mundo como una prostituta...

Lloro, porque siento impotencia de lo asqueroso que fue aquel amor supuesto que sentí por quien fuera parte de mi sangre, a quien de forma obsesiva y enferma anhelaba poseer y hacerla mía...

Pero, ¿saben qué? Después les seguiré contando lo que siguió pasando conmigo desde ese día... Porque ya casi es hora de tomar mi medicina... El psiquiatra me tiene bajo un tratamiento muy cansón. En el manicomio muchos dicen que estoy loco. Es curioso, solo el psiquiatra y los asistentes médicos dicen que lo estoy... Mis compañeros en cambio no."

- ¡Uff! ¡No crean, solo fue una pesadilla que les quise contar! ¡Qué extraña pesadilla! ¿Qué rara pesadilla, verdad? Bien, los dejo... Debo ir a trabajar. Mis clientes y el sexo no pueden esperar...-

Atentamente,

Samanta. La prostituta.

1 comentario: