viernes, 29 de marzo de 2019

San Cayetano

La Biblia es una norma de convivencia humana.  Es una norma de vida, de conducta; un manual de vida eterna.

Es normativa porque forma a la persona desde su interior, la estructura espiritualmente, para que se desarrolle en plenitud, llegando a ser auténtico hijo de Dios.

No es normada porque es la Palabra de Dios y toda ella es verdad.  No se puede cambiar ni distorsionar su contenido. No se le puede cambiar ni una coma.

 

Ejemplo: al leer de forma incorrecta un texto, se distorciona el sentido. Lea el siguiente texto de forma incorrecta: SAN CAYETA NO ERA UN SANTO, COMÍA COMO BESTIA, DORMÍA SOBRE UNA VIEJA, ESTERA LA VIDA DEL SANTO.

 

Pero si se lee de forma correcta este es el sentido: SAN CAYETANO ERA UN SANTO, COMÍA COMO VESTÍA, DORMIA SOBRE UNA VIEJA ESTERA. LA VIDA DEL SANTO...

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domingo, 24 de marzo de 2019

El lobo-Hombre


El Lobo-Hombre.
Le Loup-garou, Boris Vian (1920-1959)

En el Bois des Fausses-Reposes, al pie de la costa de Picardía, vivía un muy agraciado lobo adulto de negro pelaje y grandes ojos rojos. Se llamaba Denis, y su distracción favorita consistía en contemplar cómo se ponían a todo gas los coches procedentes de Ville-d'Avray, para acometer la lustrosa pendiente sobre la que un aguacero extiende, de vez en cuando, el oliváceo reflejo de los árboles majestuosos. También le gustaba, en las tardes de estío, merodear por las espesuras para sorprender a los impacientes enamorados en su lucha con el enredo de las cintas elásticas que, desgraciadamente, complican en la actualidad lo esencial de la lencería. Consideraba con filosofía el resultado de tales afanes, en ocasiones coronados por el éxito, y, meneando la cabeza, se alejaba púdicamente cuando ocurría que una víctima complaciente era pasada, como suele decirse, por la piedra.

Descendiente de un antiguo linaje de lobos civilizados, Denis se alimentaba de hierba y de jacintos azules, dieta que reforzaba en otoño con algunos champiñones escogidos y, en invierno, muy a su pesar, con botellas de leche birladas al gran camión amarillo de la Central. La leche le producía náuseas, a causa de su sabor animal y, de noviembre a febrero, maldecía la inclemencia de una estación que le obligaba a estragarse de tal manera el estómago.

Denis vivía en buenas relaciones con sus vecinos, pues éstos, dada su discreción, ignoraban incluso que existiese. Moraba en una pequeña caverna excavada, muchos años atrás, por un desesperado buscador de oro, quien, castigado por la mala fortuna durante toda su vida, y convencido de no llegar a encontrar jamás el «cesto de las naranjas» (cito a Louis Boussenard), había decidido acabar sus días en clima templado sin dejar de practicar, empero, excavaciones tan infructuosas como maníacas. En dicha cueva Denis se acondicionó una confortable guarida que, con el paso del tiempo, adornó con ruedas, tuercas y otros recambios de automóvil recogidos por él mismo en la carretera, donde los accidentes eran el pan nuestro de cada día. Apasionado de la mecánica, disfrutaba contemplando sus trofeos, y soñaba con el taller de reparaciones que, sin lugar a dudas, habría de poner algún día. Cuatro bielas de aleación ligera sostenían la cubierta de maletero utilizada a manera de mesa; la cama la conformaban los asientos de cuero de un antiguo Amilcar que se enamoró, al pasar, de un opulento y robusto plátano; y sendos neumáticos constituían marcos lujosos para los retratos de unos progenitores siempre bien queridos. El conjunto armonizaba exquisitamente con los elementos más triviales reunidos, en otros tiempos, por el buscador.

Cierta apacible velada de agosto, Denis se daba con parsimonia su cotidiano paseo digestivo. La luna llena recortaba las hojas como encaje de sombras. Al quedar expuestos a la luz, los ojos de Denis cobraban los tenues reflejos rubíes del vino de Arbois. Aproximábase ya al roble que constituía el término ordinario de su andadura, cuando la fatalidad hizo cruzarse en su camino al Mago del Siam, cuyo verdadero nombre se escribía Etienne Pample, y a la diminuta Lisette Cachou, morena camarera del restaurante Groneil arrastrada por el mago con algún pretexto ingenioso a las Fausses-Reposes. Lisette estrenaba un corsé Obsesión último diseño, cuya destrucción acababa de costar seis horas al Mago del Siam, y era a tal circunstancia, a la que Denis debía agradecer tan tardío encuentro.

Por desgracia para este último, la situación era en extremo desfavorable. Medianoche en punto; el Mago del Siam con los nervios de punta; y, dándose en abundancia por los alrededores, la consuelda, el licopodio y el conejo albo que, desde hace poco, acompañan inevitablemente los fenómenos de licantropía o, mejor dicho, de antropolicandria, como tendremos ocasión de leer en las páginas que siguen. Enfurecido por la aparición de Denis que, sin embargo, se alejaba ya tan discreto como siempre barbotando una excusa, y desencantado también de Lisette, por cuya culpa conservaba un exceso de energía que pedía a gritos ser descargada de una u otra manera, el Mago del Siam se abalanzó sobre la inocente bestia, mordiéndole cruelmente el codillo. Con un gañido de angustia, Denis escapó a galope. De regreso a su guarida, se sintió vencido por una fatiga fuera de lo común, y quedó sumido en un sueño muy pesado, entrecortado por turbulentas pesadillas.

No obstante, poco a poco fue olvidando el incidente, y los días volvieron a pasar tan idénticos como diversos. El otoño se acercaba y, con él, las mareas de septiembre, que producen el curioso efecto de arrebolar las hojas de los árboles. Denis se atracaba de níscalos y de setas, llegando a atrapar a veces alguna peziza casi invisible sobre su plinto de cortezas, mas huía como de la peste del indigesto lengua de buey. Los bosques, a la sazón, se vaciaban a muy temprana hora de paseantes y Denis se acostaba más temprano. Sin embargo, no por eso descansaba mejor, y en la agonía de noches entreveradas de pesadillas, se despertaba con la boca pastosa y los miembros agarrotados. Incluso sentía menguar paulatinamente su pasión por la mecánica, y el mediodía le sorprendía cada vez con más frecuencia amodorrado y sujetando con una zarpa inerte el trapo con el que debía haber lustrado una pieza de latón cardenillo. Su reposo se hacía cada vez más desasosegado, y a Denis le preocupaba no descubrir las razones.

Tiritando de fiebre y sobrecogido por una intensa sensación de frío, en mitad de la noche de luna llena despertó brutalmente de su sueño. Se frotó los ojos, quedó sorprendido del extraño efecto que sintió y, a tientas, buscó una luz. Tan pronto como hubo conectado el soberbio faro que le legase algunos meses atrás un enloquecido Mercedes, el deslumbrante resplandor del aparato iluminó los recovecos de la caverna. Titubeante, avanzó hacia el retrovisor que tenía instalado justo encima de la coqueta. Y si ya le había asombrado darse cuenta de que estaba de pie sobre las patas traseras, aún quedó más maravillado cuando sus ojos se posaron sobre la imagen reflejada en el espejo. En la pequeña y circular superficie le hacía frente, en efecto, un extravagante y blancuzco rostro por completo desprovisto de pelaje, y en el que sólo dos llamativos ojos rufos recordaban su anterior apariencia.

Dejando escapar un breve grito inarticulado se miró el cuerpo y al instante comprendió la causa de aquel frío sobrecogedor que le atenazaba por todas partes. Su abundante pelambrera negra había desaparecido. Bajo sus ojos se alargaba el malformado cuerpo de uno de estos humanos de cuya impericia amatoria solía con tanta frecuencia burlarse. Resultaba forzoso moverse con presteza. Denis se abalanzó hacia el baúl atiborrado de las más diferentes ropas, reunidas según el caprichoso azar de la sucesión de los accidentes. El instinto le hizo escoger un traje gris con rayitas blancas, de aspecto bastante distinguido, con el cual combinó una camisa lisa de tono tallo de rosa, y una corbata burdeos. Cuando estuvo cubierto con tal indumentaria, admirado todavía de poder conservar un equilibrio que en absoluto comprendía, empezó a sentirse mejor, y los dientes cesaron de castañetearle. Fue entonces cuando su extraviada mirada vino a fijarse en el irregular y espeso montoncillo de negra pelambrera esparcido alrededor de su lecho, y no pudo impedir llorar su perdida apariencia.

Hizo empero, un violento esfuerzo de voluntad para serenarse, e intentó explicarse el fenómeno. Sus lecturas le habían enseñado muchas cosas, y el asunto acabó por parecerle diáfano. El Mago del Siam debía ser un hombre-lobo y él, Denis, mordido por la alimaña, acababa de convertirse, recíprocamente, en ser humano.

Ante la idea de que debía disponerse a vivir en un mundo desconocido, en un primer momento se sintió presa de pánico. ¡Qué peligros no habría de correr como hombre entre los humanos! La evocación de las estériles competiciones a que se entregaban día y noche los conductores en tránsito de la Côte de Picardie le anticipaba simbólicamente la atroz existencia a la que, de buena o mala gana, sería preciso adaptarse. Pero luego reflexionó. Según todas las apariencias, y si los libros no mentían, la transformación habría de ser de duración limitada. Y en tal caso, ¿por qué no aprovecharla para hacer una incursión a la ciudad...? Llegados a este punto, preciso es reconocer que determinadas escenas entrevistas en el bosque se reprodujeron en la imaginación del lobo sin provocar en él las mismas reacciones que antes. Al contrario: se sorprendió incluso pasándose la lengua por los labios, cosa que le permitió constatar de paso que, a pesar de la metamorfosis, seguía siendo tan puntiaguda como siempre.

Volvió al retrovisor para contemplarse más de cerca. Sus rasgos no le disgustaron tanto como había temido. Al abrir la boca pudo constatar que su paladar seguía siendo de un negro llamativo, y, por otro lado, que también conservaba incólume el control de sus orejas, tal vez una pizca sospechosas por ser en exceso alargadas y pilosas. Mas consideró que el rostro que se reflejaba en el pequeño y esférico espejo, con su forma oval un algo prolongada, su pigmentación mate y sus blancos dientes, haría un papel aceptable entre los que conocía. Así que, después de todo, lo mejor sería sacar partido de lo inevitable y aprender algo de provecho para el porvenir. Consideración no obstante la cual un ramalazo de prudencia le obligó antes de salir a hacerse con unas gafas oscuras que, en caso de necesidad, atemperarían la rojiza brillantez de sus cristalinos. Proveyóse asimismo de un impermeable que se echó al brazo, y ganó la puerta con paso decidido. Pocos instantes después, cargado con una maleta ligera, y olfateando una brisa matinal que parecía singularmente desprovista de fragancia, se encontraba en la cuneta de la carretera, alargando el pulgar sin complejo alguno al primer automóvil que divisó en lontananza. Había decidido ir en dirección a París aconsejado por la experiencia cotidiana de que los coches rara vez se detienen al empezar la cuesta arriba y sí, en cambio, cuesta abajo, cuando la gravedad les permite volver a arrancar con facilidad.

Su elegante aspecto le reportó ser rápidamente aceptado como acompañante por una persona con no demasiada prisa. Y confortablemente acomodado a la derecha del conductor, se dispuso a abrir sus ardientes ojos a todo lo desconocido del vasto mundo. Veinte minutos más tarde se apeaba en la Plaza de la Ópera. El tiempo estaba despejado y fresco, y la circulación se mantenía dentro de los límites de lo decente. Denis se lanzó osadamente entre los tachones del asfalto y, tomando el bulevar, caminó en dirección al Hotel Scribe, en el que alquiló una habitación con cuarto de baño y salón. Dejó su maleta al cuidado de la servidumbre y salió acto seguido a comprar una bicicleta.

La mañana se le fue en un abrir y cerrar de ojos. Fascinado, no sabía bien hacia dónde pedalear. En el fondo de su yo experimentaba, sin lugar a dudas, el íntimo y oculto deseo de buscar un lobo para morderle, pero pensaba que no le resultaría demasiado fácil encontrar una víctima y, por otro lado, quería evitar dejarse influenciar en demasía por el contenido de los tratados. No ignoraba en absoluto que, con un poco de suerte, no le sería imposible acercarse a los animales del Jardín des Plantes, pero prefirió reservar tal posibilidad para un momento de mayor apremio. La flamante bicicleta absorbía en aquel momento toda su atención. Aquel artilugio niquelado le encandilaba, y, por otra parte, no dejaría de serle útil a la hora de regresar a su guarida.

A mediodía estacionó la máquina delante del hotel, ante la mirada un tanto reticente del portero. Pero su elegancia, y sobre todo aquellos ojos que semejaban carbúnculos, parecían privar a la gente de la capacidad de hacerle el mas mínimo reproche. Con el corazón exultante de alegría, se entretuvo en la búsqueda de un restaurante. Finalmente eligió uno tan discreto como de buena pinta. Las aglomeraciones le impresionaban todavía y, a pesar de la amplitud de su cultura general, temía que sus maneras pudiesen evidenciar un ligero provincianismo. Por eso pidió un sitio apartado y diligencia en el servicio.

Pero lo que Denis ignoraba era que precisamente en ese lugar de tan sosegado aspecto se celebraba, justo aquel día, la reunión mensual de los Aficionados al Pez de Agua Dulce Rambouilletiano. Cuando estaba a medio comer vio irrumpir de repente una comitiva de caballeros de resplandeciente tez y joviales maneras que, en un abrir y cerrar de ojos, ocuparon siete mesas de cuatro cubiertos cada una. Ante tan súbita invasión, Denis frunció el
ceño. Mas, como se temía, el maître acabó por acercarse cortésmente a la suya.

-Lo siento mucho, señor -dijo aquel hombre lampiño y cabezón-, ¿pero podría hacernos el favor de compartir su mesa con la señorita?

Denis echó una ojeada a la zagala, desfrunciendo el ceño al mismo tiempo.

-Encantado -dijo incorporándose a medias.
-Gracias, caballero -gorjeó la criatura con voz musical. Voz de sierra musical, para ser más exactos.
-Si usted me lo agradece a mí -prosiguió Denis- ¿a quién deberé yo? Agradecérselo, se sobreentiende.
-A la clásica providencia, sin duda -opinó la monada.

Y a continuación dejó caer su bolso, que Denis recogió al vuelo.

-¡Oh! -exclamó ella-. ¡Tiene usted unos reflejos extraordinarios!
-Sí... -confirmó Denis.
-Sus ojos son también bastante extraños -añadió la joven al cabo de cinco minutos-. Los veo parecidos a... a...
-¡Ah! -comentó Denis.
-A granates -concluyó ella.
-Es la guerra... -musitó Denis.
-No le entiendo...
-Quería decir -explicó Denis-, que esperaba que le recordasen a rubíes. Pero al oír que sólo ha dicho granates, no he podido por menos que pensar en restricciones. Concepto que, por una relación de causa efecto, me ha llevado acto seguido al de guerra.
-¿Estudió usted Ciencias Políticas? -preguntó la morenita.
-Le juro que no volveré a hacerlo.
-Le encuentro bastante fascinante -aseguró llanamente la señorita, que, entre nosotros, lo había dejado de ser muchas ya más veces de las que pudiera contar.
-De buena gana le devolvería el piropo, pero pasándolo al género femenino -expresóse Denis, madrigalesco.

Salieron juntos del restaurante. La lagarta confió al lobo convertido en hombre que, no lejos de allí, ocupaba una encantadora habitación en el Hotel del Pasapurés de Plata.

-¿Por qué no viene a ver mi colección de grabados japoneses? -acabó susurrando al oído de Denis.
-¿Sería prudente? -inquirió éste-. ¿Su marido, su hermano o algún otro de sus parientes no lo vería con inquietud?
-Digamos que soy un poco huérfana -gimió la pequeña, haciéndole cosquillas a una lágrima con la punta de su ahusado índice.
-Una verdadera lástima -comentó cortésmente su distinguido acompañante.

Al llegar al hotel creyó darse cuenta de que el recepcionista parecía llamativamente distraído. También constató que tanta felpa roja amortiguante hacía diferir notablemente ese establecimiento de aquel otro en el que él se había alojado. Pero en la escalera se distrajo contemplando primero las medias y luego las pantorrillas, inmediatamente adyacentes, de la señorita. En el afán de instruirse, la dejó tomar hasta seis escalones de ventaja. Y una vez que se creyó bastante instruido, apretó nuevamente el paso.

Por lo que tenía de cómica, la idea de fornicar con una mujer no dejaba de chocarle. Pero la evocación de Fausses-Reposes hizo desaparecer finalmente aquel elemento retardatario y, muy pronto se encontró en condiciones de poner en práctica con el tacto, los conocimientos que en el añorado bosque le entraran por la vista. Llegados a determinado punto plugo a la hermosa reconocerse, a gritos, satisfecha; y el artificio de tales afirmaciones, mediante las cuales aseguraba haber llegado a la cúspide, pasó inadvertido al entendimiento poco experimentado en ese terreno del bueno de Denis.

Apenas si comenzaba éste a salir de una especie de coma bastante distinto de todo cuanto hubiese conocido hasta entonces, cuando oyó sonar el despertador. Sofocado y pálido, se incorporó a medias en el lecho y quedó boquiabierto viendo cómo su compañera, con el culo al aire, dicho sea con todo respeto, registraba con diligencia el bolsillo interior de su americana.

-¿Desea una foto mía? -dijo sin pensarlo dos veces, creyendo haber comprendido.

Se sintió halagado pero, por el sobresalto que empinó la bipartita semiesfera que ante sus narices tenía, al instante se dio cuenta del inmenso error de tan aventurada suposición.

-Esto... eh... sí, querido mío -acabó por decir la dulce ninfa, sin saber muy bien si se le estaba o no tomando la cabellera.

Denis volvió a fruncir el ceño. Se levantó, y fue a comprobar el contenido de su cartera.

-¡Así que es usted una de esas hembras cuyas indecencias pueden leerse en la literatura del señor Mauriac! -explotó finalmente-. ¡Una prostituta, por decirlo de algún modo!

Se disponía ella a replicar, y en qué tono, que se cagaba en tal y en cual, que se lo montaba con su cuerpo serrano, y que no acostumbraba a tirarse a los pasmados por el gusto de hacerlo, cuando un cegador destello procedente de los ojos del lobo antropomorfizado le hizo tragarse todos y cada uno de los proyectados exabruptos.

De las órbitas de Denis emanaban, en efecto, dos incesantes centellas rojas que, cebándose en los globos oculares de la morenita, la sumieron en muy curiosa confusión.

-¡Haga el favor de cubrirse y de largarse en el acto! -sugirió Denis.

Y para aumentar el efecto, tuvo la inesperada idea de lanzar un aullido. Hasta entonces, nunca semejante inspiración se le había pasado por las mientes. Mas, a pesar de tal falta de experiencia, la cosa resonó de manera sobrecogedora.

Aterrorizada, la damisela se vistió sin decir ni pío, en menos tiempo del que necesita un reloj de péndulo para dar las doce campanadas. Una vez solo, Denis se echó a reír. Se sentía asaltado por una viciosa sensación bastante excitante.

-Debe ser el sabor de la venganza -aventuró en voz alta.

Volvió a poner donde correspondía cada uno de sus avíos, se lavó donde más lo necesitaba y salió a la calle. Había caído la noche, el bulevar resplandecía de manera maravillosa. No había caminado ni dos metros, cuando tres individuos se le acercaron. Vestidos un poco llamativamente, con ternos demasiado claros, sombreros demasiado nuevos y zapatos demasiado lustrados, lo cercaron.

-¿Podemos hablar con usted? -dijo el más delgado de todos, un aceitunado de recortado bigotillo.
-¿De qué? -se asombró Denis.
-No te hagas el tonto -profirió uno de los otros dos, coloradote y grueso.
-Entremos ahí.. -propuso el aceitunado según pasaban por delante de un bar.

Lleno de curiosidad, Denis entró. Hasta aquel momento, la aventura le parecía interesante.
-¿Saben jugar al bridge? -pregunto a sus acompañantes.

-Pronto vas a necesitar uno -sentenció el grueso coloradote sombríamente. Parecía irritado.
-Querido amigo -dijo el aceitunado una vez que hubieron tomado asiento-, acaba usted de comportarse de una manera muy poco correcta con una jovencita.

Denis comenzó a reír a mandíbula batiente.

-¡Le hace gracia al muy rufián! -observó el colorado-. Ya veréis como dentro de poco le hace menos.
-Da la casualidad -prosiguió el flaco- de que los intereses de esa muchacha son también los nuestros.

Denis comprendió de repente.

-Ahora entiendo -dijo-. Ustedes son sus chulos.

Los tres se levantaron como movidos por un resorte.

-¡No nos busques las vueltas! -amenazó el más grueso.

Denis los contemplaba.

-Noto que voy a encolerizarme -dijo finalmente con mucha calma-. Será la primera vez en mi vida, pero reconozco la sensación. Tal como ocurre en los libros.

Los tres individuos parecían desorientados.

-¡Arreglado vas si piensas que nos asustas, gilipollas! -tronó el grueso.

Al tercero no le gustaba hablar. Cerrando el puño, tomó impulso. Cuando estaba a punto de alcanzar el mentón de Denis, éste se zafó, atrapó de una dentellada la muñeca del agresor y apretó. La cosa debió doler.

Una botella vino a aterrizar sobre la cabeza de Denis, que parpadeó y reculó.

-Te vamos a escabechar -dijo el aceitunado.

El bar se había quedado vacío. Denis saltó por encima de la mesa y del adversario gordo. Sorprendido, se quedó un instante aturdido, pero llegó a tener el reflejo de agarrar uno de los pies calzados de ante del solitario de Fausses-Reposes.

Siguió una breve refriega al final de la cual, Denis, con el cuello de la camisa desgarrado, se contempló en el espejo. Una cuchillada le adornaba la mejilla, y uno de sus ojos tendía al índigo. Prestamente, acomodó los tres cuerpos inertes bajo las banquetas. El corazón le latía con furia. Y, de repente, sus ojos fueron a fijarse en un reloj de pared. Las once.

«¡Por mis barbas», pensó, «es hora de marcharse!»

Se puso apresuradamente las gafas oscuras y corrió hacia su hotel. Sentía el alma pletórica de odio, pero la proximidad de su partida le apaciguó. Pagó la cuenta, recogió el equipaje, montó en su bicicleta, y se puso a pedalear incansablemente como un verdadero Coppi. Estaba llegando al puente de Saint-Cloud, cuando un agente le dio el alto.

-¿O sea que va usted sin luces? -preguntó aquel hombre semejante a tantos otros.
-¿Cómo? -se extrañó Denis-. ¿Y por qué no? Veo de sobra.
-No se llevan para ver -explicó el agente- sino para que le vean a uno. ¿Y si le ocurre un accidente? Entonces, ¿qué?
-¡Ah! -exclamó Denis-. Sí; tiene usted razón. ¿Pero puede explicarme cómo funcionan las luces de este armatoste?
-¿Se está burlando de mí? -indagó el alguacil.
-Escuche -se puso serio Denis-. Llevo tanta prisa que ni siquiera tengo tiempo de reírme de nadie.
-¿Quiere usted que le ponga una multa? -dijo el infecto municipal.
-Es usted pelmazo de más -replicó el lobo ciclista.
-¡De acuerdo! -sentenció el innoble bellaco-. Pues ahí va...

Y sacando la libreta y un bolígrafo, bajó la nariz un instante.

-¿Su nombre, por favor? -preguntó volviendo a levantarla.

Después, sopló con todas sus fuerzas en el interior de su tubito sonoro, pues, muy lejos ya, alcanzó a ver la bicicleta de Denis lanzada, con él encima, al asalto del repecho.

En el mencionado asalto, Denis echó el resto. Al asfalto, pasmado, no le quedaba más que ceder ante su furioso avance. La costana de Saint-Cloud quedó atrás en un abrir y cerrar de ojos. Atravesó a continuación la parte de la ciudad que costea Montretout -fina alusión a los sátiros que vagan por el parque dedicado al antes nombrado santo- y giró después a la izquierda, en dirección hacia el Pont Noir y Ville-d'Avray. Al salir de tan noble ciudad y pasar frente al Restaurante Cabassud, advirtió cierta agitación a sus espaldas. Forzó la marcha y, sin previo aviso, se internó por un camino forestal. El tiempo apremiaba. A lo lejos, de repente, algún carillón comenzaba a anunciar la llegada de la medianoche.

Desde la primera campanada, Denis notó que la cosa no marchaba. Cada vez le costaba más trabajo llegar a los pedales; sus piernas parecían irse acortando paulatinamente. A la luz del claro de luna seguía sin embargo escalando, montado sobre su rayo mecánico, por entre la gravilla del camino de tierra. Pero en cierto momento se fijó en su sombra: hocico alargado, orejas erguidas. Y al instante dio de morros en el suelo, pues un lobo en bicicleta carece de estabilidad.

Felizmente para él. Pues apenas tocó tierra se perdió de un salto en la espesura. La moto del policía, entretanto, colisionó ruidosamente contra la recién caída bicicleta. El motorista perdió un testículo en la acción a la vez que el treinta y nueve por ciento de su capacidad auditiva. Apenas recobrada la apariencia de lobo y sin dejar de trotar hacia su guarida, Denis consideró el extraño frenesí que lo había asaltado bajo las humanas vestiduras de segunda mano. Él, tan apacible y tranquilo de ordinario, había visto evaporarse en el aire tanto sus buenos principios como su mansedumbre. La ira vengadora, cuyos efectos se habían manifestado sobre los tres chulos de la Madeleine -uno de los cuales, apresurémonos a decirlo en descargo de los verdaderos chulos, cobraba sueldo de la Prefectura, Brigada Mundana-, le parecía a la vez inimaginable y fascinante. Meneó la cabeza. ¡Qué mala suerte la mordedura del Mago del Siam! Felizmente, pensó no obstante, la penosa transformación habría de limitarse a los días de plenilunio. Pero no dejaba de sentir sus secuelas, y esa cólera latente, ese deseo de venganza no dejaban de inquietarlo.

Boris Vian

sábado, 23 de marzo de 2019

Mi último deseo

MI ULTIMO DESEO……
El ultimo deseo... A pocas horas en su celda, esperando ser ejecutado, pidió como último deseo papel y lápiz. Luego de escribir por varios minutos, le dijo a su custodio por favor, entregue esta carta a mi madre!! La carta decía así: Madre, creo que si hubiera más justicia en este mundo, tanto tú como yo deberíamos de ser ejecutados. ¡Tú eres tan culpable como yo de mi miserable vida! ¿Te acuerdas madre, cuando llevé a la casa aquella bicicleta que le quité a otro niño igual que yo? Me ayudaste a esconderla para que mi padre no se enterara. ¿Te acuerdas madre, cuando me robé el dinero de la cartera de la vecina? Fuiste conmigo al centro comercial y lo gastamos juntos. ¿Te acuerdas madre, cuando botaste a mi padre de la casa? Él sólo quiso corregirme por haberme robado el examen final de mi grado y a consecuencia me expulsaron. Madre, yo era sólo un niño, luego fui adolescente y ahora un hombre mal formado! Era sólo un niño inocente que necesitaba corrección, y no consentimiento. Te perdono, y sólo te pido que le hagas llegar esta reflexión a todos los padres del mundo, que sepan que ellos son los únicos responsables de formar, a un hombre decente, o a un vulgar delincuente. Gracias madre por darme la vida y gracias también por ayudarme a perderla. Firma ¡Tu hijo, El Delincuente! Si realmente quieres poner un Granito de arena en esta sociedad copia esta reflexión sin duda puede ayudar... Dios bendiga a aquellas madres q se sienten Orgullosas de haber formado hombres útiles a la Sociedad y no delincuentes a los que no les tiembla la mano para arrancar Vidas y robar lo que con tanto sudor y trabajo le cuesta a los demás.

Anónimo
Circula en internet

Cuentos para monstruos

PAPI ... PAPI ... TENGO MIEDO - Papi tengo miedo, ¿puedo dormir contigo? - ¿Qué pasó mi niña?, ya es de noche ve a dormir. - Pero papi, se oyen ruidos feos en mi cuarto... Me levanté, abandone la cama para ir con mi pequeña, y encendí la luz de su cuarto. - Ves, no hay nada aquí para temer. - Pero papi, cuando apagas la luz se escuchan ruidos feos... - Ves, no se escucha nada, ahora duérmete por favor, que mañana hay que madrugar. - Papi, no te vayas, quédate conmigo. - Esta bien amor, pero solo por esta noche, ahora duerme. Me acosté en la cama de mi pequeña. -¡Jorge! ... ¡Jorge! ... ¡Despierta! ... ¡Levántate ya! ... Otra vez te quedaste dormido en el cuarto de Angeles. ¿Hasta cuando vas a impedir que se vaya? ... ¡déjala ir de una vez! ¡Hace un año que murió, y todas las noche vienes a dormir aquí, a su habitación! ... ¡Acéptalo de una buena vez! -
Ya voy....amor....!!
Si le dijera a mi esposa, que mi niña viene todas las noches con miedo a buscarme, tal vez recordaría que al año siguiente de su muerte, ella se suicidó del dolor y nunca más la volvería a ver . Así al menos las veo , las sigo en su mundo fantasma ... tal vez yo estoy muerto también , o muerto en vida . Hace años que vivo entre sus dos fantasmas, tal vez, yo sea un espectro también, y aún no lo he notado.

Cuentos para monstruos

martes, 19 de marzo de 2019

Un distinguido secuestro

Eran las 6:30 de la mañana, el agua caliente, casi hirviendo caía sobre mi espalda, mi pecho, mi cuello y mi cara; el cabello mojado llegaba casi a mis caderas y se movía y pegaba a mi piel a cada meneo.

Día 33 –pensé- Tan diferente, tan intimidante, pero tan excitante a la vez… –suspiré-

Después de mi ducha vaporosa, desenredé mi cabello, vestí unos jeans azul claro, un playera tipo polo y sandalias, me maquillé levemente y por último salí de mi casa con rumbo a la Universidad. Debía tomar un camión que me dejaría a unas 6 cuadras del plantel aproximadamente; mientras viajaba utilizaba mis auriculares y escuchaba música, aunque realmente no ponía atención, mi mirada se encontraba perdida, indecisa y tambaleante. Igual estaba mi vida, mis sentimientos y mi interior.

-Ya llegamos a la parada oye –escuché que me gritaban-

Hummm –solté un aspaviento-

Me estresaban en demasía las personas que se ponían groseras sin saber el estado en que uno se encuentra, digo; nadie es adivino y se comprende, pero nunca se sabe qué día necesitarás recibir la comprensión que yo necesitaba en aquél momento.

-Ok, estaba distraída, perdón –le contesté bajito al chofer que me miraba molesto-.

Bajé del autobús y subí el volumen a la música, me quedé ahí, en la esquina de la calle, esperando que el semáforo cambiara de verde a rojo y poder cruzar continuando con mi camino. Después de esperar un minuto, el semáforo finalmente cambió de color y comencé a caminar por las líneas amarillas, de hecho casi a correr ya que permanecía muy poco tiempo en alto y no daba mayor oportunidad para pasar caminando lentamente. Estaba a la mitad de la calle cuando escuché a lo lejos a varias personas gritar desesperadamente y correr a todos lados, mi reacción fue intentar correr sin siquiera saber de qué se trataba, pero lamentablemente no tenía escapatoria, esto iba para mí.

No tuve tiempo ni de pensar, ni mínimamente de quitarme los audífonos para apreciar lo que realmente pasaba, o estaría a punto de pasar.

-Súbete –me gritaron varios hombres-
Inmediatamente después, sentí un jaloneo fuerte pero un tanto delicado, traté de liberarme pero fue imposible, mis audífonos se rompieron y lo último que pude visualizar fue una camioneta azul de cuatro puertas con un rodado altísimo.

Mientras me subían forcejeando a la parte delantera, observé que una mano salía de la ventanilla trasera del vehículo, en la muñeca brilló un gran reloj color dorado. Después de esto, supe que estaba siendo víctima de un secuestro y la idea me puso a temblar.

Ya estando dentro me vendaron los ojos, ataron mis manos por atrás de mi cuerpo rodeando las muñecas y me recargaron en un asiento. Yo, sin poderme mover pensaba y daba vueltas en mi cabeza, “nunca hice nada malo” “no era una persona adinerada” ¿que podían obtener a cambio de mi rescate?.

Mientras temblaba y comenzaba a sudar, sentí una mano acariciar mi mejilla y mentón, no sé porque pero me sentí aliviada, nerviosa, claro está, pero ese contacto fue una sensación que me llenó de euforia por saber a dónde y cómo iría a parar.

No sabía cuántas personas íbamos dentro, pero ninguna pronunció ni una palabra, y esto me ponía aún más tensa, encorvé mi espalda en señal de rendición y me acurruqué  en posición fetal pensando lo peor, no volvería a ver a nadie, no vería a mis amigos, a mi familia y compañeros de escuela.

De pronto y calculando menos de dos horas en circulación, nos detuvimos y me tomaron nuevamente de los brazos para bajarme, me recargaron en lo que según la textura pude suponer que era el tronco de un árbol. Había hojas secas, me percaté porque escuché a los hombres alejarse y pisarlas, suponía también que eran hombres, más nunca supe su sexo.

-Me avisas carnal –escuché a lo lejos, y creí conocer la voz-.
-Sí wey –contestó de inmediato la segunda voz-
Entonces, todo lo que tenía posibilidad de erizarse en mi cuerpo, se erizó.

Seguido de esto, escuché un fuerte arrancón, y un silencio inmenso. Temblaba de miedo y de nervios a la vez, no podía dejar de pensar en la voz, en que la conocía, en que movió mi piel, movió mi pulso y aceleró mis latidos; quería saber en dónde y con quien estaba, si estaba sola o había alguien más conmigo, no escuchaba nada, solo sentía aire azotar en mis brazos, y hojas secas entre los dedos de mis pies.

Unos quince minutos después, escuché poco a poco ir aumentando y acercándose el crujir de las hojas, eran pasos, lentos pero firmes, mi cuerpo estaba completamente enroscado y mis manos temblaban de miedo. El individuo caminó en círculos a mi alrededor, y percibí un aroma tan delicioso que no podría describirlo, ahora la sensación no era de miedo, era de necesidad, exigía seguir el perfume, exigía sentirlo cerca, tenerlo llenando mis pulmones después de ingresar a mi organismo por las fosas nasales, estaba desesperada, por que me hablaran, por que me dijeran algo, y no lo soporté más.

-¿Quién chingados eres y quien te crees para traerme aquí? ¿Qué es lo que te debo? ¿O qué pretendes conseguir de mí? –un tono de rabia y consternación sonaron al gritar estas palabras, quería desatarme, quería ver su rostro y confirmar su identidad-.

De pronto escuché el frotamiento procedente de una ruedecilla de acero chocando contra la piedra de chispa que produce la flama en un encendedor, pude oírlo casi dentro de mi oreja, e imaginé tal acción dentro del artefacto; luego de esto sentí estrellarse en mi rostro una exhalación de humo e inhalé el aroma sin querer.

-Es hierba –pronuncié bajito mientras aspiraba lo más que podía-.

No era adicta, ni siquiera la usaba, pero olerla estimulaba en mí una sensación de euforia, de satisfacción y de relajación que no obtenía haciendo ninguna otra cosa, no importaba que no la fumara, podía identificar su olor a metros, y en esta ocasión podría afirmar que mi agresor estaba fumando mota en frente mío.

-Tú sabes quién soy chula –susurró en mi oído mientas deslizaba sus dedos por mis brazos inmovilizados, y me vació su nueva bocanada de humo en el rostro.

Quise pronunciar palabra, pero antes de que lo hiciera lo sentí hincarse en frente de mí, me abrió las piernas y me tomó de las mejillas con una de sus manos, la otra comenzó a deslizarla poco a poco desde mi cadera hasta mi pierna derecha, y al mismo tiempo pegó sus labios a los míos obligándome a abrirlos para él y aspirar el humo que él había chupado de su cigarro. Dí el golpe sin pensarlo ni sentirlo, y de inmediato comenzó a hacer efecto en mí, sentí entumirme y relajarme, mis hombros dejaron la tensión y comprendí que no sería un secuestro doloroso, sino todo lo contrario.

-Te había deseado tanto mi reina –musitó en mi oído al tiempo que movía un poco la venda que me colocaron para tapar mi vista- no sabes como deseaba este momento –agregó-.

Apreté mis piernas de manera inconsciente, pero sus rodillas me impidieron cerrarlas por completo. Sin titubear besó mi cuello, pasó a mi mejilla y luego a mi nariz, me besaba adorándome, me besaba con un deseo recluido y yo sentía angustia de no poder corresponder, mi boca permanecía abierta sin saber qué medida tomar ni a dónde dirigirse, solo disfrutaba lo que sentía y quedaba a la espera de una nueva caricia; sin dejar de mencionar que entre su perfume y el olor de la hierba estaba matando mi olfato, y apoderándose de mis sentidos.

Sentí pasar la palma de su mano por mi pecho, dibujó el contorno de mi seno y enseguida consideré que su boca se posó en ese mismo lugar por encima de mi playera, trate de desatar mis brazos para poder corresponderle, pero fue en vano, me encontraba en completa inmovilidad; de inmediato sentí bajar su cara, y levantar mi playera al nivel de mi pecho, toco mi sostén y me apretó con lujuria, con una suavidad y un deseo incompatibles liberó mis senos sin quitar el brassiere,  sentí humedad y comprendí que su lengua se encontraba sobre mis pezones, los cuales lamió y mordió con frenesí, arqueé mi espalda y mi entrepierna comenzó a humedecerse; yo estaba adorando ese momento.

Sostuvo con su mano mi seno derecho y en forma de círculos dibujo mi aureola, su lengua bajó por mi vientre y luego al ombligo, se detuvo ahí jugueteando y lamiendo, mientras con sus manos masajeaba sin cesar mi par de pechos excitados, sentí su rostro bajar un poco más con intención de estacionarse en un área de perdición, con sus dientes sobre mis jeans desabrochó el botón, seguido de esto escuché y sentí bajar el zipper; entonces supe sus intenciones.

Colocó ambas manos en mi cintura y me apretó con excitación, de pronto y sin esperarlo mordió mi entrepierna por encima del pantalón a lo que respondí con un leve gemido, en ese momento deseé continuara y consumara su cometido, sus manos bajaron y tocaron mi pretina para con fuerza dar un jalón e invitarme a relajarme.  Mis  pantalones quedaron justo debajo de mis nalgas, haciendo una fuerte presión sobre ellas, él sin pensarlo dos veces apalancó la fuerza de sus manos en mi carne trincada, y se propuso colocarme en una posición más dispuesta para su boca, mordió, chupó y saboreo mi lampiño monte de venus sobre las pantaletas haciéndome retorcer de las ganas.

Con su lengua movió una parte de mi calzón, justo para poder comenzar el procedimiento celestial que me llevaría a mi primer delicioso y ansiado orgasmo; dió un fuerte lengüetazo haciéndome gritar de desesperación, apreté mis manos con fuerza en contra del lazo que las apresaba, y junté mis piernas en señal de aceptación. El sintió mi codicia y comenzó a chupar mis labios vaginales, la humedad de mi ser hizo contacto con su saliva y se fundieron al compás de sus lamidas, el efecto que se combinaba entre mi deseo, mi desesperación y la hierba que me puso al mil, me hicieron desear que no se apartara de mí y que continuara subiendo el ritmo; sus labios besaban mi cavidad a más no poder, mientras que sus dedos se dirigieron a mi boca, en donde los chupé y succioné con sensualidad y atrevimiento, haciendo representación de las ganas que sentí por que no fueran sus dedos sino otra cosa la que lamiera.

-Mmmmm –lo escuché gemir mientras se separaba un poco de mi-. ¡Eres deliciosa chula! –Sumó a la frase anterior-.

-Desátame por favor, no me tengas así, quítame la venda por Dios, necesito verte –Le imploré con la voz quebrada y agitada que salió haciendo mi mayor esfuerzo-

-No mi reina, te voy a disfrutar yo –contestó a mi petición-.

Continúo subiendo el ritmo y mi sentí en mi vientre una contracción, estaba a punto de vaciar ansiedad encima de sus labios.

Introdujo en ese momento uno de sus dedos en mi cavidad, yo por mi parte sentí que no aguantaría un segundo más sin hacerle saber que me había llevado a la gloria, con un ritmo acelerado metía ya sacaba su dedo índice de mi vagina, mientras su dedo gordo masajeaba al mismo tiempo mi clítoris y me hacía retorcerme de la sensación, no fue necesario mucho tiempo para que en cuestión de un par de movimientos más, mi cuerpo, mi mente y mi alma le demostraran en ese instante a sus dedos y a su lengua que habían hecho un excelente trabajo y me habían hecho tener el orgasmo más deliciosamente ansioso y aceleradamente rico de mis días.

-Por favor dime quién eres, no puede ser que me hagas esto sin conocer siquiera tu rostro –Supliqué consternada, mientras sentí que sus manos tomaban las mías invitándome a levantarme del lugar. -No puedes dejarme así, no después de lo que me has hecho sentir   –repliqué-.

No recibí respuesta alguna, en esta ocasión se reservó a sostenerme y ayudarme a sacarme por completo los empolvados y mojados jeans, limitándose a levantar mis bragas de los talones para caballerosamente colocarlas en su lugar.

Caminamos en silencio, yo delante de él, era un camino pedregoso, calculo que alrededor de unos cincuenta metros, a cada paso, él desataba un poco más mis muñecas, tal vez se había dado cuenta que yo no escaparía, no porque quisiera quedarme con un hombre del cual desconocía su identidad y porque minutos antes le había hecho a mi cuerpo una jugada muy ardiente; él sabía que al encontrarme indefensa y teniendo un poco de noción del panorama que nos rodeaba, jamás intentaría escapar con los ojos vendados y sin tener un guía a mi lado.

De pronto paramos,  y su cuerpo se pegó detrás del mío, con las manos completamente desatadas ya para ese momento, tomó mis brazos y junto de los suyos, rodeó mi silueta por la parte delantera, colocó su cabeza en mi cuello, y susurró muy cerca de mi oído:

-Esto no termina aquí mi reina, vienes muy a fuerzas, y muy a fuerzas te voy a tener que sacar, recuerda mi voz –dijo-.
-Bue-nos dí-as se-ño-ri-ta, ¿me recuerdas ahora?  –comenzó a reír-.

Imposible, ¿era ese mismo hombre?, quien desde hace días  había estado siguiéndome hacia la escuela, saludándome todos los días. Sentir su cara y no poderla tocar, sentir sus labios tan cerca y no poder mirarlos, me hacía sentir una impotencia indescriptible, quería confirmar que era quien mi cabeza imaginaba, a quien mi mente evocó un momento antes cuando mi cuerpo fue preso de su destreza. No pude pronunciar palabra, y deseé con mi mente, deseé con mis latidos y deseé con mi entrepierna, que su primer comentario se refiriera a lo que yo ya estaba necesitando.

Seguí caminando conforme su duro cuerpo aferrado al mío indicaba, mis pasos eran inseguros y lentos, sentía su respiración un tanto agitada por sobre mi nuca, y escuchaba crujir el piso de madera bajo nuestros pies. De pronto, me volteo frente a él, y aún con los malditos ojos vendados, me hizo sentar en lo que concluí era una cama. Claro, no estaba tan equivocada, sabia a lo que se refería, y estaba loca por que pasara.

-Te me sientas tranquilita mi chula, y no te muevas de aquí, no me tardo –Lo escuché decir mientras sus pasos se alejaron-.
Mi cabeza daba vueltas, y no sabía qué hacer, solo esperaba que realmente hubiera atinado su cometido, y rogaba a Dios no fuera un traficante de órganos o algo por el estilo, estaba muy segura de saber quién era, pero lógicamente tenía cabida para dudarlo un poco mientras no se mostrara ante mí.

Escuché algunos ruidos extraños, pasos por aquí, pasos por allá, pero ni una sola palabra. De pronto sentí la cama oprimirse detrás mío, y la poca luz que mis ojos vendados captaban, se convirtió en una completa penumbra; acto seguido una mano desató la venda que rodeaba mi cabeza dando paso a la vista. No podía observar mucho, sino una luz amarilla y tenue iluminando la habitación, en ese momento no quise moverme, tuve pánico de hacer un intento por observarlo y preferí quedarme quieta esperando su próximo movimiento.

-Discúlpame princesa por hacerlo de esta manera, solo quiero que disfrutes, que te relajes y dejes que tu cuerpo haga lo mismo-.

Ésta indicación me dejó helada, temperatura que subió con un solo beso en mi lóbulo derecho, pude observar entonces un espejo enfrente de nosotros, era largo, de cuerpo entero, en donde pude fijar la mirada y observar que era él, efectivamente era el hombre que estuve mirando día tras día durante casi seis meses rondar por mi escuela, quien parecía me seguía, me deseaba buenos días y continuaba su camino; a mí se me había hecho costumbre, nunca pensé que su único deseo era hacer mi cuerpo suyo. La única cordura que pudiera haber mantenido se esfumó de mí ser, y decidí apoyar su moción anterior, decidí disfrutar, fuera como fuera, y con ese hombre  tan fervientemente desconocido.

Sus manos acariciaron mis brazos por partes, sacándome de mis adentros, sus dedos se deslizaban acariciando cada centímetro de mi piel, terminó por completo de sacar mi blusa, dejándome totalmente en ropa interior, no dejo en ningún momento de besar mi cuello mientras me desnudaba, y no me resistí de ninguna manera, de modo contrario recargue mi cabeza hacia atrás y sobre su pecho, sentir sus labios mojados estaban encendiendo nuevamente mi deseo.

Después de esto sus manos tomaron las mías, y con un movimiento fuerte, duro pero cuidadoso, me hizo quedar placenteramente indefensa al colocarlas detrás mío, casi como si fuera a esposarme, en esa posición, movió mi cabello para un costado, y comenzó a besar de a poco mis hombros, bajó por mi espalda, y su lengua se encargó de hacer mi piel erizar.

-Eres hermosa –susurró bajito-.

De pronto soltó mis manos, y por debajo de ellas introdujo sus brazos para dirigirlos hasta mis senos, los rodeó con sus palmas abiertas y acarició mis pezones con su dedo índice, dio unos cuantos jalones cariñosos y su lengua se posó en mis orejas. Lo sentí ponerse de pie, y confirmé el movimiento en la sombra reflejada en el espejo, se puso frente a mí y me levantó, no pude contenerme más, y de una manera encolerizada saqué la playera blanca de recorte que él llevaba puesta, reaccionó de inmediato, me tomó de las manos controlando la situación y me volteó de espaldas frente a él, era imposible no sentir su miembro sobre un pants de tela delgada que llevaba puesto, estaba completamente erecto, agradablemente duro para mi sorpresa.

No pude más que de manera automática recargar mis nalgas sobre él, mientras sentí que sus manos se dirigían sin dudar a mi zona central, comenzó a acariciar mi sexo, el cual no dudo en babear, estaba completamente mojada, no necesité de mucho para esto.

Besó mi cuello,  y luego me obligó a girar el rostro de manera que pudiera por fin besarlo en la boca, sin dejar de masajearme por encima de las pantaletas, continuó besando mi lengua, mordiendo mis labios, saboreando mi saliva, y calentando mi piel.

Con la otra mano me propinó dos fuertes manasos en los glúteos, y comenzó a realizar movimientos inconscientes en contra de mis nalgas, su pene erecto chocaba necesitado contra mi cuerpo, y sin dudarlo me incline un poco más, comencé en forma de círculos a restregarle todo lo que tenía para él. A ésto contestó con un movimiento mucho más rápido en mi cavidad, cuando de forma automática, tomé su mano y lo obligué a entrar a mi vagina, hice con ellos lo que quise, le indiqué el movimiento y así junto con las bragas, su dedo índice nuevamente sintió el calor y la humedad tenía para ofrecerle, no fue mucho lo que duró en adaptarse, mi mano lo soltó y se dirigió a su nuca, quería probar su boca, no quería separar mi lengua de la suya, y esta situación se estaba convirtiendo en poco para mí.

No solo para mí, también para él, lo comprendí cuando enredó mi melena entre la mano que le quedaba libre, y jaló hacia atrás, sacó sus dedos de mi cavidad, y procedió de manera rápida y eficaz a liberar su apetecible miembro erecto. No entiendo el porqué de mi calentura, solo sé que si no lo introducía dentro de mí, esta situación no podría seguir.

-Hazlo ya hombre misterioso, quiero sentirte dentro mío –Le grité necesitada-.

-¿Lo quieres ya mi reina?  –Replicó mientras daba otro jalón a mi cabello-.

Disipe su duda en un segundo, inclinando mi trasero, quedando piel a piel, sintiendo como su virilidad  estaba tan húmeda como mi feminidad. No tardó mucho en decidirse, y de una sola estocada entró en mí, haciéndome gritar con la sensación, salió, y entró nuevamente de forma lenta, esto me volvió loca, y le pedí continuar, y dio comienzo a un vaivén perfectamente coordinado, en donde su mano izquierda tomaba mi cabello como un jinete toma la rienda de su caballo, y con la mano derecha se inclinó un poco a masajear mi seno derecho.

Subió de ritmo y me penetraba más fuerte, más rico, más rápido. Jadeando, sudando, gimiendo.

Del mismo modo yo intentaba apalancar contra su pelvis para sentir un poco más,  alternando movimientos lentos, y luego entraba y salía sin parar el doble de veces; yo no sabía cuándo vendría cada una, pero la espera me hacía apretar las paredes de mi entrada.

De pronto tomó una de mis piernas, la subió al colchón y soltó mi cabello, dobló mi cuerpo y mi cara quedó en contra de la cama, solo pude observar a mi derecha y ver el acto reflejado en el espejo tal si fuera una película porno, película en donde la protagonista estaba siendo yo, lo vi saborearse al ver mi vagina y todo mi trasero expuesto, acarició mi espalda, y bajó a mis nalgas, entre mis piernas aseveró más de diez lengüetazos sin tregua, igual que lo hace un perro sediento al tomar agua de su sartén.

Después de confirmar que seguía lo suficientemente húmeda para recibirlo, se puso nuevamente en posición y agarró mis caderas fuertemente con sus manos, entrando rápidamente en mí, jaló mi trasero para atrás y hacia adelante a su antojo, subiendo de intensidad, esta vez supe que no podría más,  no era que fuera una experta sexual, pero no era regular creí yo, que una mujer tuviera un orgasmo en solo dos posiciones

Vio, o sintió que se acercaba mi final,  y deshizo el hecho tomando mi cuerpo y fuertemente tal si fuera un objeto, me jaló y me volteó con euforia frente a él, puso mi pelvis en la punta de la cama y se inclinó un poco para quedar al nivel de mi entrada.

-Quiero que mires mis ojos al terminar, y quiero que lo hagamos juntos –Me ordenó-.

Jaló mis caderas y nos unimos nuevamente, esta vez pude observar que él adoraba mi cuerpo, que lo observaba detenidamente, que su placer estaba en sentir que yo lo disfrutaba, que sus movimientos se adaptaban a los gestos que mi cara manifestaba, subió de intensidad, sus manos se clavaron en mis pechos y los apretó, la situación se volvió incontrolable, su pene entraba en mi vagina y salía a su antojo, el sonido de su piel chocando con la mía era lo único que se escuchaba, sus gemidos y mis gritos ahogaban cualquier ruido que pudiera hacer la repisa que nos sostenía.

-No pares por favor, no pares –Intenté decirle-.

Él respondió callándome con un beso mientras sentí que la fuerza en las penetraciones aumentó, salió, entró, y los fluidos eran más abundantes, permitiéndole deslizarse fácil hacia adelante, rápido, rápido; esto se estaba volviendo endemoniadamente rápido.

Apreté un poco más, y sentí que entre sus besos llenando mi boca, mis senos llenando sus manos, y mi vagina abrazando su miembro, estaríamos a segundo de estallar.

Hizo un fuerte aspaviento, al modo del famoso Hulk, y entrecortado me gritó:

-Termina conmigo hermosa, termina conmigo mi reina-.

Juro que yo no entendí su dialecto, mi cuerpo y el suyo fueron los únicos que descifraron.
Tres estocadas, apretando todo el cuerpo, mirándonos a los ojos y en cuestión de segundos, la cama se había bañado de una avalancha de líquidos bendecidos del placer.

Bajó lentamente de ritmo y su cuerpo se dejó caer sobre del mío, dio un dulce beso a mi frente, me abrazó y por ultimo pronunció:

-Eres sin duda la mujer más hermosa, más exquisita, y me consta, la más inteligente…-

En efecto, era ese extraño, en ese momento ya no tan extraño. Realmente no quise poner atención en nada, me limite a recuperarme, no quería pensar en nada ni en nadie, no quería saber que pasaría ahora, solo anhelaba en caso de ser posible, que algo similar pasara pronto.

Y es que sin duda, éste había sido un secuestro bastante distinguido.

Publicado en 22nd March 2016 por Citlalli Serratos

http://pensamientosmenteenloquecida.blogspot.com/2016/03/e-ran-las-630-de-lamanana-el-agua.html

lunes, 18 de marzo de 2019

A nuestro planeta

Hoy quiero decirte la neta
Sigue con tus pendejadas
y acabarás con este
hermoso planeta.

La flora y la fauna
son los habitantes de la tiera.
Desiertos, llanuras y selvas
es lo que en ella se encierra.

Métetelo en la cabeza
Las flores, arboles
El mar y el campo
Ellos son la naturaleza.

Tú eres agua con un poco de tierra
seas blanco negro o amarillo
para Dios no existe frontera.

Recuerda siempre este verso
Todos somos parte de este universo

Te mando un saludo
Mi hermano
No importa
Que seas humano

Autor:
Jorge Jiménez de León.

domingo, 17 de marzo de 2019

Cuento de Marga Garrido

La última niña que he secuestrado
Me siento en el sofá admirando mi última adquisición.
Debe tener 6 o 7 años.
Tengo sus muñecas y tobillos atados con cinta y cabeza tapada con un saco. Gritaba al principio. Siempre los hacen. Ahora está pasando la fase de los sollozos. Satisfecho sabiendo que no se va a ir a ningún sitio, pongo las noticias para ver si han saltado ya las alertas.
Es entonces cuando la oigo murmurar.
“2, 14, 26, 32, 40, 41… 2, 14, 26, 32, 40, 41…”
Tan sólo repite estos números una y otra vez. ¡Genial! ¡He debido de haber secuestrado a uno de esos niños autistas! Me digo a mí mismo mientras veo la televisión y acabo quedándome dormido.
“Tenemos los números ganadores de la lotería.” Dice la chica de la televisión con una sonrisa.
“Los números son: 2, 14, 26, 32, 40 y 41.”
¡Salto de mi sueño! ¿Cómo puede ser posible? Corro hacia la niña y retiro el saco de su cabeza.
“¿Cómo has hecho eso?” Le grito.
Me mira con su cara cubierta de lágrimas secas y sollozando responde:
“¿Hacer qué?”
“¡Los números de lotería! ¿Cómo sabías los números de la lotería?”
La niña estúpida ni siquiera sabe lo que es la lotería. Dice que una vez a la semana ella ve esos números dentro de su cabeza.
Le quito las ataduras y la trato como una reina. Me siento con ella. Le doy de comer pizza y helado. No es que cambiara mucho, pero al menos había dejado de llorar. La dejo ver lo que quiere ver televisión mientras espero paciente con un papel y un bolígrafo listo para apuntar esos números. ¡Los números que cambiaran mi vida!
“Dame esos números, cariño.” Le digo amigablemente. “Te voy a comprar diez… No… ¡Cien Happy Meals!”
Y te mantendrán con vida. Me digo a mi mismo.
Finalmente murmura algunos números:
“4, 14… 4, 14… 4, 14…”
“Eso son sólo dos números.” Digo. “¿Dónde están los otros cuatro?”
Tan solo sigue repitiendo. “4, 14… 4, 14…”
Estoy jodido. ¿Encuentro al ganso de los huevos de oro y se rompe?
“¡Necesito los otros números!” Grito.
Mi enfado se termina de repente interrumpido por las noticias.
“Interrumpimos este programa para hacer un llamamiento.” Dice el presentador. “Esta imagen muestra a Cassidy Turner, de 7 años. Fue vista por última vez en el centro comercial de Oakdale Pavilion.”
Lo dejo todo para poner a grabar el vídeo. Me encanta conservar estas alertas. Son como mis trofeos.
No debería haber dejado mi bolígrafo. Tan sólo es necesaria algo de fuerza para perforar la porción de carne de un cuello y la pequeña Cassidy fue muy buena con su golpe.
Me agarro mi garganta mientras la sangre salpica. Primero empapando mi mano y después el resto de mi cuerpo de rojo carmesí. Intento maldecir pero solo consigo un patético gorgojeo. Lo último que veo es la hora en mi reproductor de vídeo.
4:14.
De : <Marga Garrido>

Cuento de Marga Garrido

La última niña que he secuestrado
Me siento en el sofá admirando mi última adquisición.
Debe tener 6 o 7 años.
Tengo sus muñecas y tobillos atados con cinta y cabeza tapada con un saco. Gritaba al principio. Siempre los hacen. Ahora está pasando la fase de los sollozos. Satisfecho sabiendo que no se va a ir a ningún sitio, pongo las noticias para ver si han saltado ya las alertas.
Es entonces cuando la oigo murmurar.
“2, 14, 26, 32, 40, 41… 2, 14, 26, 32, 40, 41…”
Tan sólo repite estos números una y otra vez. ¡Genial! ¡He debido de haber secuestrado a uno de esos niños autistas! Me digo a mí mismo mientras veo la televisión y acabo quedándome dormido.
“Tenemos los números ganadores de la lotería.” Dice la chica de la televisión con una sonrisa.
“Los números son: 2, 14, 26, 32, 40 y 41.”
¡Salto de mi sueño! ¿Cómo puede ser posible? Corro hacia la niña y retiro el saco de su cabeza.
“¿Cómo has hecho eso?” Le grito.
Me mira con su cara cubierta de lágrimas secas y sollozando responde:
“¿Hacer qué?”
“¡Los números de lotería! ¿Cómo sabías los números de la lotería?”
La niña estúpida ni siquiera sabe lo que es la lotería. Dice que una vez a la semana ella ve esos números dentro de su cabeza.
Le quito las ataduras y la trato como una reina. Me siento con ella. Le doy de comer pizza y helado. No es que cambiara mucho, pero al menos había dejado de llorar. La dejo ver lo que quiere ver televisión mientras espero paciente con un papel y un bolígrafo listo para apuntar esos números. ¡Los números que cambiaran mi vida!
“Dame esos números, cariño.” Le digo amigablemente. “Te voy a comprar diez… No… ¡Cien Happy Meals!”
Y te mantendrán con vida. Me digo a mi mismo.
Finalmente murmura algunos números:
“4, 14… 4, 14… 4, 14…”
“Eso son sólo dos números.” Digo. “¿Dónde están los otros cuatro?”
Tan solo sigue repitiendo. “4, 14… 4, 14…”
Estoy jodido. ¿Encuentro al ganso de los huevos de oro y se rompe?
“¡Necesito los otros números!” Grito.
Mi enfado se termina de repente interrumpido por las noticias.
“Interrumpimos este programa para hacer un llamamiento.” Dice el presentador. “Esta imagen muestra a Cassidy Turner, de 7 años. Fue vista por última vez en el centro comercial de Oakdale Pavilion.”
Lo dejo todo para poner a grabar el vídeo. Me encanta conservar estas alertas. Son como mis trofeos.
No debería haber dejado mi bolígrafo. Tan sólo es necesaria algo de fuerza para perforar la porción de carne de un cuello y la pequeña Cassidy fue muy buena con su golpe.
Me agarro mi garganta mientras la sangre salpica. Primero empapando mi mano y después el resto de mi cuerpo de rojo carmesí. Intento maldecir pero solo consigo un patético gorgojeo. Lo último que veo es la hora en mi reproductor de vídeo.
4:14.
De : <Marga Garrido>

jueves, 14 de marzo de 2019

ME ENAMORÉ POR SU MANERA DE COGER

ME ENAMORÉ POR SU MANERA DE COGER

Me enamoré por su manera de coger,
por su manera de culear.
No por su cara,
no por cuerpo,
no por olor,
ni por su sabor;
no por sus sentimientos,
ni sus pensamientos,
¡no!,
me enamoré por su manera de coger.

Estaba medio pendeja,
escribía "oli", "sip", "nope" y "ps"
y decía un chingo de groserías;
era fría,
enojona y mamona;
no entendía los sarcasmos
y le aburrían los temas literarios.
Muchas veces quise cambiarla,
le regalaba libros,
le recitaba líneas,
le hacía poesías en papelitos regados,
y ella me devolvía las servilletas con
un "mejor cógeme como tú sabes, cabrón"

Era una ignorante,
lo único que sabía era el kamasutra
al derecho y al revés;
no conocía de libros,
ni de poesías,
ni de escritores,
si empezaba a hablarle de eso,
torcía los ojos y me bajaba la bragueta,
y succionaba hasta terminar en su boca,
después volteaba conmigo lamiéndose
los bigotes como una gata,
y altanera me decía:

—Qué rica sabe tu poesía.

Luego se despojaba de su ropa para
montarse en mi boca de espaldas.

—Este es mi libro abierto, léelo,
   poeta hijo de perra —exigía.

Ahí se restregaba un rato hasta
venirse unas dos veces,
después se arrastraba como culebra por
mi vientre hasta que nuestros sexos
embonaran como piezas de rompecabezas.

—Tú naciste para coger —le decía mientras
   ella cabalgaba como loca— pero no te das  
   cuenta que también eso es poesía.

—¡Cállate y cógeme sr. Grey!

"¿Grey? —pensaba— ¡de verdad que
está pendeja!".

Pero su manera de menearse lo compensaba,
su manera de hacerlo era tan inverosímil,
tan sin reserva,
tan sin tabúes;
más que una felación,
parecía un sacrificio humano;
se entregaba por completo,
como si de eso dependiera su vida,
como si fuera la primera vez que lo hiciera,
o la última;
como si estuviera enamorada tanto como
yo lo estaba por su manera de coger.

A veces de tanta entrega,
de tantas lágrimas que derramaba
mientras lo hacía,
y tantos balbuceos,
súplicas y jadeos,
pensaba que de pronto se le
escaparía un "te amo",
o un "no quiero estar sin ti",
pero no,
nunca nunca nunca pasó,
todo sucumbía despues del orgasmo.
Después de recuperarse,
ella se vestía,
se maquillaba,
se medio peinaba y me deba un
beso en la frente y se iba,
dejándome ahí con el cuerpo desfallecido
y el alma enamorada.

—Gracias poeta —decía.

En seguida tomaba una pluma y un papel,
para ahora eyacular en letras.
Ese día,
le escribí el poema más corto:

"Qué ironía,
no le gustaban las letras,
pero ella misma era poesía,
mí poesía..."

Y sinceramente ahora no sé
quién es el pendejo.

Autor:
Gustavo Hernández

martes, 12 de marzo de 2019

Las cinco vocales

Demasiado bueno para no compartirlo!

                *LAS CINCO VOCALES*

La famosa escritora española Lucía Echevarría, ganadora del Premio Planeta,
dijo en una entrevista, que *"murciélago"* era la única palabra en el idioma español
que contenía las 5 vocales.
Un lector, José Fernando Blanco Sánchez, envió la siguiente carta al director del diario *ABC*: Acabo de ver en la televisión estatal a Lucía Echevarría diciendo que, *"murciélago"*
es la única palabra en nuestro idioma que tiene las cinco vocales.
Mi estimada señora, piense un poco y controle su *"euforia"*. Un
*" arquitecto"* *"escuálido"*, llamado *"Aurelio"* o *"Eulalio"*, dice que lo más *"auténtico"* es tener un
*"abuelito"* que lleve un traje *"reticulado"* y siga el *"arquetipo"* de aquel viejo
*"reumático"* y *"repudiado"*, que *"consiguiera"* en su tiempo, ser *"esquilado"* por un
*"comunicante"*, que cometió *"adulterio"* con una *"encubridora"* cerca del
*"estanquillo"*, sin usar *"estimulador"*.
Señora escritora, si el *"peliagudo"* *"enunciado"* de la *"ecuación"* la deja
*"irresoluta,"* olvide su *"menstruación"* y piense de modo *"jerárquico"*.
No se atragante con esta *"perturbación"*, que no va con su *"milonguera"* y
*"meticulosa"* *"educación"*.
Y repita conmigo, como diría Cantinflas:
¡Lo que es la falta de ignorancia!
Solo me queda recomendarle que se refresque con hojas de *"eucalipto"*

Circula en facebook

lunes, 11 de marzo de 2019

Instinto

INSTINTO...
Fui abusada a los 20 años, no recuerdo muy bien esa noche, solo sé que desperté al lado de un hombre o criatura un tanto extraño, de lo sucedido quedé embarazada, un embarazo un poco difícil y un tanto anormal, es mi único hijo, de su padre afortunadamente no volví a saber jamás, así que él se convirtió en el amor de mi vida, cuando estaba de brazos, hacía cosas que resultaban inquietantes pero nunca le puse cuidado, mordía sus dedos con las encías al punto de sacarse sangre lo cual parecía gustarle ,al alimentarlo me sangraba los pechos de la fuerza que el ejercía al morderme, no pensé que fuese un problema ya que todos los bebés muerden, mi pequeño siempre fue un tanto diferente en cuanto a su relación con otros niños, cuándo comenzó a caminar lo llevé a la guardería para que conviviera con más bebés de su edad, pero él los mordía cada que los tenía cerca y yo ya no sabia que hacer, cuando comenzó a hablar decía que los animales se veían deliciosos, yo lloraba, él me abrazaba, me besaba y esa era mi debilidad, al tiempo lo llevé donde un psiquiatra pero lo que me dijo me inquietó al punto de mentirme a mi misma diciendo que el loco era él y no mi hijo, sentía tanto amor por mi pequeño que no veía la magnitud del problema, él no podía convivir con personas porque siempre estaba pensando en lo deliciosas que serían, me aterraba cada que decía algo así, pero es mi hijo.
Viendo que empeoraba su estado, que cada vez era más su deseo de probar la sangre, ver que no mejoraba con ningún médico al que lo hubiera llevado, decidí llevarlo con un curandero, este asustado me sugirió que debía matarlo o llevarlo a un psiquiátrico, pero cómo iba hacer eso con mi hijo, aquel que había estado en mi vientre, no me cabía en la mente, entonces nos mudamos, a una finca lejos de todos.
Al tiempo fue creciendo, no sabia leer ni escribir solo lo poco que yo le enseñé, él es tan inteligente que si hubiera estudiado seria un profesional y quizás solo me mentía para no sentir culpa.
Su adolescencia fue difícil, un chico muy solitario, sin amigos, pero quien querría acercarse a un joven que solo muerde.
Una vez no llegó en la noche y me asusté mucho al pensar que algo le habría pasado o peor aun, que al fin se haya hecho realidad mi temor de que saciara sus ganas de comerse a alguien, al otro día llegó ensangrentado y me dijo que lo habían atropellado, lo bañé y no tenia ninguna herida lo cual se me hizo raro, sentí un escalofrío por todo el cuerpo y lloré, él me abrazó, me besó y me dijo que no me preocupara, que todo estaba bien.
Todas las mañanas llegaba así o peor, comencé a tenerle miedo, al igual que sospechar de sus salidas, una tarde fui al pueblo, me llené de miedo al ver que desde sus desapariciones nocturnas habían desaparecido al menos 10 personas, dudé de mi hijo.
Una noche fue tanto mi miedo de que algo le pasara que decidí seguirlo, camino bastante tiempo hasta que lo vi entrar a una casa abandonaba, el olor que salia de ahí era tan repugnante que quise irme, pero no, tenía que entrar, tenia que ver de una vez por todas si mis sospechas eran ciertas, decidí entrar, rogando encontrar a mi hijo bebiendo con algunos amigos, pero lo que vi me dejó helada, había muchos cadáveres mordidos, muchos ya en descomposición, no pude evitarlo y lloré cubriendome la boca para que no me descubriera, al abrir los ojos vi al fondo una chica que entre quejidos noté que aún estaba viva, dude un poco pero mi sentimiento de culpa fue más grande así que me acerqué, al verme intentó golpearme y no era para menos, ella tenía miedo de terminar como alguno de aquellos cuerpos, intenté calmarla y le dije en susurros que la ayudaria pero debía hacerlo en silencio.
Saqué a la chica y la llevé a un hospital, dudé bastante pero al final le dije que fuera a la policía y con lágrimas en los ojos le dije en donde encontrar a su captor.
Si tan solo hubiera hecho algo antes no habría tenido que entregarlo, me fui a casa, al rato llegó mi hijo, le tenia miedo, me abrazó y besó como siempre, lloré, sin darle detalles le preguntaba, que había hecho mal, en que fallé, él me miraba sorprendido y agachaba su mirada, me pidió perdón por las cosas que había hecho, pero que él no podía evitarlo.
Estaba durmiendo cuando llegó la policía, pero fui tan estúpida que le dije a mi hijo que escapara, ese maldito instinto de madre, esa estúpida sed de protección por la que ahora estoy en este manicomio, resulta ser que esa noche un hombre me vio solo a mi entrar y salir de aquella casa, así que después de los datos que dio la chica y al encontrarme yo sola en la dirección que le di, a pesar de que ella dijo que yo la salvé, todos piensan que en mi locura fui yo quien mató y comió todas esas personas.
Ahora estoy aquí sola, la única persona que me visita es aquella chica, pero a mi hijo no lo volví a ver, solo sé que sigue con vida tras escuchar que siguen desapareciendo personas sin motivo aparente.

Crédito

Mirror en la cuenta de facebook Sociopata.

Conversaciones que esconden sentimientos

— Hola...
— (P̶e̶n̶s̶é̶ ̶q̶u̶e̶ ̶n̶o̶ ̶v̶o̶l̶v̶e̶r̶í̶a̶s̶ ̶h̶a̶b̶l̶a̶r̶m̶e̶.) Hola, ¿Cómo estás?
— (M̶a̶l̶,̶ ̶m̶u̶y̶ ̶m̶a̶l̶.) Muy bien, ¿y tú?
— (H̶e̶c̶h̶o̶ ̶m̶i̶e̶r̶d̶a.) Bien.
— ¿Qué es de tu vida?
— (M̶i̶ ̶v̶i̶d̶a̶ ̶d̶e̶j̶ó ̶d̶e̶ ̶s̶e̶r̶ ̶v̶i̶d̶a̶ ̶c̶u̶a̶n̶d̶o̶ ̶d̶e̶s̶a̶p̶a̶r̶e̶c̶i­̶s̶t̶e̶ ̶d̶e̶ ̶e̶l̶l̶a̶.) Bien, ¿y la tuya?
— (T̶e̶ ̶e̶c̶h̶o̶ ̶d̶e̶ ̶m̶e̶n̶o̶s̶.) ̶Muy bien, estoy saliendo con alguien.
— (Q̶u̶e̶ ̶r̶áp̶i̶d̶o̶ ̶t̶e̶ ̶o̶l̶v̶i̶d̶a̶s̶ ̶d̶e̶ ̶m̶i̶.) Me alegro.
— (¿T̶e̶ a̶l̶e̶g̶r̶a̶s̶?̶ ̶p̶f̶f..) Gracias, ¿Y tú? Ya debes tener algún chico.
— (S̶i̶ ̶p̶u̶d̶i̶e̶r̶a̶ ̶s̶a̶c̶a̶r̶t̶e̶ ̶d̶e̶ ̶m̶i̶ ̶c̶a̶b̶e̶z̶a̶ ̶t̶a̶l ̶v̶e̶z̶ ̶s̶i̶.) Sí, obvio, hay uno que me gusta mucho, quiero algo serio con él, pero voy de a poco...
— (T̶e̶ ̶p̶e̶r̶d̶í ̶d̶e̶l̶ ̶t̶o̶d̶o̶ ̶y̶a̶)
Ah ok.
— (E̶s̶ ̶d̶i̶f̶i̶c̶i̶l̶ ̶e̶m̶p̶e̶z̶a̶r̶ ̶a̶l̶g̶o̶ ̶s̶e̶r̶i̶o̶ ̶c̶u̶a̶n̶d̶o̶ ̶e̶s̶t̶o̶y̶ ̶e̶n̶a̶m̶o̶r̶a̶d̶a ̶d̶e̶ ̶t̶i̶.) Ok..

Conversaciones que esconden sentimientos

Crédito;

De la cuenta de facebook: soy tu dueño.

sábado, 9 de marzo de 2019

Del facebook de Mina bolena

Me senté en una banca mientras fumaba un cigarrillo...
Sin darme cuenta la muerte se había sentado a mi lado.
-Tardaste... Le reclamé a la desgraciada
Ella me arrebato el cigarro y fumo un poco
-Aún no vengo por ti., pero como siempre eres tan ansiosa y piensas seguido en mí., quise pasar a saludar
Le arrebate el cigarro y lo apague
- Ni la muerte me quiere... Sonreí irónicamente
Ella suspiro y agacho la cabeza con resignación
-¿Puedes al menos dejarme descansar un poco? Sabes no eres la única que piensas en mi... De por si es fastidioso tener que andar yendo y viniendo. Como para que quieras acapararme con tus pensamientos
¿No puedes pensar mejor en dios o en el diablo?
-Dios es muy bueno para escuchar deseos egoístas y el diablo nunca da nada sin pedir algo a cambio - me queje
- ¿Y yo debo de cargar con tu miseria? Contestó escondiendo media sonrisa
Saque otro cigarro y lo encendí
Ella me lo arrebato y lo aventó lejos
-y también eres tramposa- me dijo- tus vicios no te harán apresurar las cosas
Maldición era astuta la muerte
-Esta bien... Dejare de pensar en ti., pero no dejes de pasar a saludar de vez en cuando., me gusta sentirte cerca para recordar que aún quiero vivir un poco más.
- Que extraña eres... - sonrió mientras se desvanecía entre las sombras de mis pensamientos

Mina Bolena

viernes, 8 de marzo de 2019

Carla

Carla era una joven estudiante que trabajaba en un bar para pagar sus estudios. Un dia entró al bar un joven de aspecto desaliñado, pidió un café, pagó con una moneda vieja y se quedo dormitando en la mesa. Anochece y el encargado lo quizo hechar pero Carla intercedió :afuera hace mucho frio, seguro no tiene donde pasar la noche". -"Me da igual, si quieres llevalo a tu casa" Ella despertó suavemente al joven y le pidió que se marchase, él se marchó sin percatarse que ella habia introducido un billete de 10 euros en su bolsillo .

El bar cerró y Carla como ya no tenía dinero para el taxí, optó por caminar hasta su casa, hacía frio así que apuro el paso, pero se percató que alguién la seguía, podia escuchar sus pasos, ella caminó lo mas aprisa que pudo, todo estaba solitario no podia pedir ayuda a nadie...en eso vió un bar abierto, entró pensado allí llamar a su amiga para que la recoga en su carro, el bar estaba vacio, sólo una joven que limpiaba el.mostrador, Carla le explicó su situación , - Entiendo que estas asustada, si quieres puedes pasar la noche en mi piso que queda cerca"

No, llamaré a mi amiga" pero no encontró su celular y no sabia su número de memoria, entonces de nuevo la camarera le ofreció su piso, Carla aceptó, la joven le parecia bondadosa. - "Voy a ver que todo esté en orden en la despensa y luego nos vamos" . Regresó y juntas abandonaron el bar y llegaron a un edificio destartalado, Carla lo miró sorprendida, pero la otra joven le dijo que aunque parecia viejo, por dentro no estaba mal, entraron y todo parecia ruinoso....pero no tuvo tiempo de decir nada màs, cuando un hombre surgió de la sombra la agarró con fuerza tapándole la boca y la camarera en vez de ayudarla solo sonreia.

Ironias de la vida, por huir de un chico malo, caes en manos de otro peor, èl es mi hermano gemelo y le gusta bomboncitos como tú, lo llamé mientras iba a la despensa, él te hara el amor y yó miraré , cosa que me gusta mucho y despues lo siento por tí, no podemos dejar testigos. Entonces el hombre la arrastró hacía dentro dispuesto a violarla.....pero entonces pasó aquello, de las tinieblas surgió un enorme lobo negro ojos color sangre, la camarera al verlo salió huyendo aterrada, el hermano tiró a Carla y se enfrentó a la bestia sacando una navaja, pero un lobo gigante no es lo mismo que una chica indefensa, así que cayó al piso con la garganta destrozada, Carla al ver esto se desmayó de pànico.

Ya era de dia cuando ella recobró el conocimiento, el cadaver del gemelo estaba ahí en un charco de sangre, pero el lobo había desaparecido, en eso Carla vió dos papeles bajo un fragmento de tela...uno era un billete de 10 euros, y el otro era un papel donde estaba escrito: Perdona que te siguiera anoche, pero queria devolverte el billete....los lobos no necesitan dinero.

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domingo, 3 de marzo de 2019

Poema de la chica de adamantium

Eres un poema erótico, la tentación más grande que he tenido.
La manzana del pecado, un bocado de placer.
Te habla mi instinto desvergonzado.
Ven, te quiero comer. Recorrer tu piel con la punta de mi lengua.
Muero por verte venir y salpicar todo con la vida que llevas por dentro.
Tenerte entre mis manos y sentir que te vas y te vienes.
¿Te vienes?
Llega cuando sea muy noche, déjame interrumpir tu sueño, oírte gemir tan excitado.
Eres una prosa lasciva y yo me siento tan conscupiscente, sucia, mojada, caliente.
Se me desbordan las ganas nomás de verte.
Quiero tu mirada clavada en el cielo, como preparándote porque sabes que hasta allá te voy a llevar. Con mi lengua hurgando en tus oídos. Con mi voz estallando en un gemido que te dure dos primaveras y media.
Eres un verso húmedo, salido de un libro de Anaïs Nin.
Seductor, temperamental y tan sexy.
Me quedaría a vivir entre tus dientes. En la mueca jadeante qué haces justo antes de venirte.
En tu mirada fija que me engulle y me escupe en el cielo de los orgasmos.
Eres un poema erótico, mis dedos hundidos en el lugar  donde no sale el sol y sin embargo siempre está caliente.
Eres un murmullo de placer, mi fantasía.
¿Te vienes?
-Mercedes Reyes Arteaga

Haciendote verbo


 Ahí estoy, siempre haciéndote verbo, conjugandote a mi antojo, intercalando tu nombre entre las lineas, disfrutando de tu anatomía verbal, haciéndote poema, verso, cuento. Tú siempre viviendo al filo de mi lápiz, y yo celosa, plasmandote en esta hoja en blanco. Y eres todo, sintaxis, contexto, ortografía, punto y coma, puntos suspensivos y unas enormes comillas al llegar la noche. Te pienso, te escribo, te lleno de adjetivos y me quedo vacía, el sujeto perfecto, la conjugación adecuada, el predicado que le da sentido a todo. Te escribo deseosa de no hacerlo, deseosa de que tu piel sea mi lienzo, que la poesía sólo la leas tú, y soy egoísta y loca y te tengo de diccionario, poemario y antología. Te se rima y métrica. Te se y te siento, en la punta de mis dedos, a la hora de escribir. 



Fragmentos de no sé qué… M.r.a (via la-chica-de-adamantium)


http://lachicade-adamantium.tumblr.com/post/51701116345/ahí-estoy-siempre-haciéndote-verbo-conjugandote

viernes, 1 de marzo de 2019

La que llaman Samanta

LA QUE LLAMAN SAMANTA...
(continuación de "Por un dulce... De Princesa a Samanta")
Autor: Juan Carlos Carvajal Escalante.

Soy una mujer. Una mujer que siente, que sufre, que llora, pero que también es fuerte; una mujer que se apasiona, que tiene momentos de locura, que siente culpas, que lucha, que puede ser tranquila pero también atrevida. Una mujer que sabe la diferencia entre puta y prostituta: la primera es la que coge porque sí y la segunda es la que vende su cuerpo por dinero. Yo no lo vendo ni cojo porque sí. Yo amo el sexo. Lo hago porque me gusta aunque no sea mi felicidad... Y si supieran que, aún ando en busca de mi felicidad. El sexo es otra cosa, solo eso, y el dinero solo un bien necesario en esta mierda de mundo a la que vine a ser criticada y a criticar... Soy esa misma a la que llaman Samanta, por culpa de alguien más... Ése no es mi nombre.
Sí, he hecho cosas que no imaginan y quizás de las peores, pero, ¿qué me dan acaso ustedes para rendirles cuenta de mis acciones?

-'Todo sucedió y así pasó. Sabes que nada sucede porque sí. Así debían ser las cosas'- Eso siempre me repito yo.

Algunos me llaman loca, por alguien más a quien no conocen... Otros me llaman delincuente por algo que no hice. Se ha especulado de mí tantas cosas. Se me ha tildado de cosas por culpa de alguien más... Han dicho mucho de mi, incluso hasta se han atrevido a decir qué clase de vida he llevado. Una vida que en realidad no he llevado. Tengo a un gran amigo que hoy yace en una tumba, pero que visito a diario. Un amigo que se acercó a mí no por sexo sino por ser parte de mi. Y es que ha sido tan parte de mí, que a veces siento que esta historia que relato no es sobre mi sino de él... O que al hablar de él realmente hablo de mi... ¡Qué importa! Igual Mateo ya está muerto...

¿Por qué me dejaste Mateo? ¿Por qué te fuiste si eras mi más grande amigo, mi único y verdadero refugio? ¿Por qué no vuelves y me hablas y me preguntas cómo estuvo mi día? ¡Lo necesito! ¡Te necesito!

¿Saben? Lo último que me dijo Mateo antes de irse estuvo en una nota, -'Te quiero, Samanta'-, y yo no pude responderle: -'Yo también'-. Él conocía todo de mi. Él conocía mis miedos. Mis mayores sueños y mi fragilidad. Conocía mis pasos antes de que intentara dejar huella. También debo reconocer que, fue el mejor en la cama conmigo. ¡Me hizo sentir mujer! ¡Me azotó con ganas! ¡Siempre me hacía repetirle una y otra vez que yo era su prostituta! ¡Me decía cosas sucias y yo adoraba que las dijera! ¡Me excitaba, no lo puedo negar! ¡Me estremeció! ¡Me supo hacer sentir sus manos entalladas en mi piel! Pero lo más lindo que pude conocer de él, fue esa parte de mi que él me hizo conocer. Esa parte que desconocía guardaba bien adentro de mi ser. Me hizo sentir amada... Me hizo sentir que nada sucede porque sí. Que él era para mí. Que yo era para él.
Íbamos a a tener una hija. Ya tenía mis 9 meses de embarazo. Sólo esperaba el momento de dar a luz...

Mateo, él era frágil. Solía tener pesadillas, solía sentir miedo. Solía estar solo. Tenía complejos. Tenía delirios. Es irónico, hablar de él es como si me describiera también a mi. ¿Será que es cierto lo que dice la gente de mi? ¿Será que en serio sí estoy loca? ¡Bah!

Un 10 de enero, 3 meses después del nacimiento de nuestra hija, fue la última vez que lo pude ver. Esa vez luego de caminar juntos con nuestra pequeña niña por el malecón de la ciudad, luego de habernos tomado un jugo natural, volvimos a subir al coche, y ya adentro le dije que ya no quería que me volviera a decir que yo era su prostituta. Que no quería que me hiciera repetirle esas palabras sucias cuando tuviéramos sexo. Que yo no quería ser su puta. Yo quería ser su mujer. Que yo quería que me dijera cosas distintas. Yo no quería vivir de aquel cruento pasado. No quería volver a recordar lo que había vivido. Yo quería una familia. Un hogar. Un hombre a mi lado, y no sentir que el amor de mi vida me tratara como si fuera una basura, como si en vez de ser mi amor fuera un cliente. Cuando yo jamás he sido una prostituta. No quería sentirme más así, porque ya teníamos una hija. Quería ser feliz con él. Quería ya mi familia...
Pero... Luego de eso. Él no me habló más. Se quedó mudo. Se llevó a mi hija, se la llevó (lágrimas). Él no me volvió a llamar, no me fue ni siquiera a visitar. Aunque sabía mi dirección. Sólo esa noche que me quería ver, un 13 de Febrero y yo no quise. Por más que me decía que necesitaba decirme algo especial esa noche. Que quería decirme algo urgente, que estaba arrepentido. No quise saber más de él. Sólo recibí una nota que decía: -'Te quiero, Samanta'-. No supe más de él. Yo sufrí mucho... Desde entonces viví pensando solo en mi hija.

Hasta que hoy, 7 años después, justo la misma fecha en la que él quiso verme y yo no quise. En la que se llevó a mi hija. Una llamada me hizo saber de él nuevamente y se me salieron las lágrimas llenas de rabia y dolor. Un policía me llamó esta mañana...
Hoy tengo 29 años y el dilema es grande. Para unos soy una puta y para otros una prostituta más. Para los que leyeron la historia que aquel hombre que era mi 'príncipe' utilizó para difamarme. Eso soy. Mi aspecto no es saludable. Estoy muy delgada y mi dentadura hace mucho tiempo que no es revisada por un odontólogo. Mis ropas ya están viejas y, sobre todo, he aguantado mucha hambre: durante las preguntas que me hicieron y mientras escribí este relato debí tomar un café con leche urgente de los grandes con medialunas. Me estuvieron interrogando por algo que dicen que fui responsable de forma indirecta. Pues hoy martes, 14 de febrero la policía detuvo a un hombre de 34 años en su apartamento que luego se les escapó haciéndose el loco: vivía solo en una habitación, era un enfermo con depresión con revistas de pornografía por doquier. Se drogaba con pegamento. Lo detuvieron, porque tenía a su hija de 7 años vestida como yo, maniatada a su cama de espaldas, sin ropa interior, a quien violaba y llamaba 'Samanta'. La niña se llamaba 'Doris'. Doris, ese era el nombre de la hija que quería tener con Mateo. Era mi hija... No imaginan mi dolor. Ese hombre era Mateo.

¿Qué hubieran hecho ustedes en mi caso? ¿Cómo hubieran reaccionado? Yo fui al apartamento que la policía me indicó lo encontraron. Era obvio que no lo iba a encontrar allí. Sus dos primos supieron la noticia y me contactaron. Me dijeron que lo habían visto dirigirse a un viejo apartamento que tenía a las afueras de la ciudad. Yo no sabía dónde quedaba. Me llevaron. Allí afuera vi su coche. Sus primos se fueron y me dejaron allí. Toqué a su puerta y me abrió él. Saqué un rollo de dinero y le dije: -'¡Quiero sexo, puto!'- Él se sorprendió, me iba a cerrar la puerta, y yo la empujé fuerte. Saqué un cuchillo que llevaba y lo apuñalé cuantas veces pude. Lo enterré bajo un árbol que había cerca de allí... Lo maldije, lo insulté, lo irrespeté como a una puta. ¡Como a una prostituta! ¡Como él me decía que le gustaba decirme yo le dije! ¡Escupí sobre su tumba! Y como era 14 de Febrero, le dije las últimas palabras: -'¡Yo también te quería! ¡Yo quería que nos casáramos! ¡Pero menos mal no pasó! ¡Hubiera detestado ser solo una prostituta!'-

Es irónico. A pesar de todo, lo lloro. A pesar de todo, lo vengo a visitar.

(gemidos de acto sexual - acto sexual) -'¡Dime que eres mi puta! ¡Dilo! ¡Te gusta que te trate como una prostituta!'- Decía un joven de 17 años llamado Mateo a su novia. -'¡Espera, espera! ¡Yo no soy ninguna puta! ¡Yo no soy ninguna prostituta! ¡No me gusta que me trates así! ¡Yo me llamo Doris! ¡Mejor vete, ya no quiero esto! Lo siento Mateo. Es mi historia y no quiero volverla una pesadilla o una vida que poco a poco pierda sentido como si estuviera muerta en vida. Me gusta el sexo. No ser una puta. Mi nombre es Doris. Quiero seguir siendo Doris, y no esa a la que llaman Samanta, la prostituta... Y quiero despertar de esta pesadilla que he tenido, que me ha mostrado el mundo en el que no quiero estar sumergida. En el que no quisiera estar'-

El joven Mateo sorprendido: -'Oye, esta bien, tranquila, pero dime, ¿qué tienes? ¿Qué te pasó? ¿Cuál pesadilla? ¿Cuál Samanta?'-, Doris responde: -'Tranquilo, yo me entiendo'-

POR UN DULCE... DE PRINCESA A SAMANTA.

POR UN DULCE... DE PRINCESA A SAMANTA.
(continuación de "La Prostituta")
Autor: Juan Carlos Carvajal Escalante

"Un niño con una caja se le acercó y le dio un dulce. Tres meses después el infierno comenzó...

Mateo, así me llamo. Siento que nada pudiera hacer. Siento que ando mal de la cabeza. Me aburro fácil, me deprimo aún más fácil, y si eso fuera poco, cada vez que veo su retrato recuerdo cómo sucedió aquella tragedia del 13 de febrero por la noche que, me llevó a emprender el camino de malas decisiones hasta este día...

Y es que tuve tantas ganas de vivir, al menos así fuera pensando en el desayuno con Kelloggs del siguiente día. Al menos ese momento era el especial. Luego del desayuno, ya todo era igual. Estrepitosos ruidos, discusiones y golpes, insultos y otras más cosas que no creo alcancen a imaginar... Siempre me lo pasaba solo en mi habitación. Tomaba en ocasiones seguidas sin que mis padres lo notaran. Tuve muchas novias, todas eran muy buenas. Eran imágenes en revistas enseñando sus partes íntimas. Era una colección completa mis parejas mudas. Cada vez entre sueños alguna de ellas se me aparecía y lo hacíamos como locos tantas veces como las ganas de ambos nos pedía. A veces aparecían de a dos y otras veces juntas todas me desangraban toda la noche y al despertar al menos lo hacía con satisfacción y una leve sonrisa... Lo debo confesar, fueron las novias más lindas y complacientes que pude tener en mi vida.

Por mi ciudad, llovía casi siempre. Era raro el día que así no fuera. Una de mis distracciones favoritas, era el ver caer la lluvia. Precisamente ver a esas mujeres pasar bajo la lluvia corriendo y sus camisas mojadas pegadas en sus cuerpos. Me encantaba verlas y pensar: -'Ahí va Samanta, aquella que no volví a ver jamás en mi vida. ¿Qué será de ella?'-

Recuerdo que el día en que la vi por primera vez, fue la noche más intensa que pasé. Regresar a mi apartamento no tenía ya sentido cuando ya ella me había dado a probar del elíxir que producía en medio de sus piernas. Recuerdo que la quise volver a visitar. Recuerdo que su belleza era más que solo física, también era interna. Era misteriosa a la vez que tan llena de locura. Era tan... La veía y su olor a pasión hasta mis ojos lo percibían. ¡Uff! ¡Ella era de verdad una mujer divina que inspiraba hasta al más casto varón a destrozarla en una y mil noches más sin compasión! Pero, ¿qué sería de ella? Desde aquella noche que le quise declarar mi amor. Desde aquella mañana que un policía me llamó a darme la típica cruel noticia...

Yo había sido su confidente, el que logró lo que jamás nadie había logrado conocer, y escudriñar su corazón. Su vida más oculta. La que nadie más conoció, era ya una junto a la mía. Ya su vida y la mía eran una desde la vez que no quise solo 'coger' con ella sino hacerla mía...

Recuerdo aún detalles de su vida. Recuerdo que... Su padre y su madre no la amaban tanto como tantos en cambio sí han tenido esa fortuna. Me sentía con ella muy identificado, quizás por eso conectamos rápido nuestras vidas. Ella no tenía hermanos, solo primos y una vida solitaria entre golpes. Su única verdadera familia y amiga era sólo una muñeca a la que ella llamaba 'Doris'. Unos tíos enfermos y toda una fila de banco de hombres queriendo conocer su piel blanca de niña. Apenas entonces ella tenía 15. 15 años. Una frágil porcelana sobre el borde de una mesa en medio de una tormenta que pronto la destruiría.

Llegó a enamorarse. Me relató. Un niño un día, cuando ella reposaba triste bajo un árbol al lado de su casa, mientras yacía recostada sobre la grama, se le acercó y le dijo: -'Mira, aquí te mandan'- era un dulce. Fueron varias las veces en que el niño aquel le llegaba con un dulce. Hasta que un día ya no solo fue un dulce. También había un pequeño papel con una nota. 'Me encantas niña', eso decía. La intriga de saber quién era el autor la empezó a enamorar y a consumir. El niño aquel no volvió más...
Pero una tarde, mientras sus padres no estaban. Ella vio a su príncipe un día en un coche parar frente a su casa. -'Cuando lo vi me fascinó, y sentí de una vez que él era mi autor'- me contaba. -'Me saludó y yo quedé muda. Me dieron nervios, pero al tocar mi mano con la suya sentí tanta paz como esa que jamás había sentido. Me regaló un dulce y el corazón me brincó. Fue extraño. Fuimos a dar vueltas y conocimos a sus primos y ellos sabían todo de mí y me dijeron que él me amaba, que de hace mucho tiempo me echaba un ojo al pasar por mi casa. Que les hablaba a diario de mi. Que quería algo serio conmigo. Que quería brindarme una mejor vida distinta a esa que me encerraba con padres que no me querían. Mi máximo anhelo siempre que salía a la calle y veía a las familias pasear era tener algo así algún día. Aunque solo era una niña, al menos eso soñaba. No tenía esperanzas en nada más como una carrera, estudiar y esas cosas. Por eso, que ellos me dijeran eso eran cosas que me llenaban de ilusión, que me hacían sentir mariposas en la panza'- Todo eso me conmovió en Samanta. Sentía ganas de matar a sus padres a puñetazos. ¡Qué mierda les pasó! ¡Cómo no pensar en su pequeña hija y que morían por dentro sus ilusiones de niña! Fue tan extraño sentir que quería llorar por una historia que no era mía.
Pasó una semana y volvieron a encontrarse. Él le ofreció que le acompañara a uno de sus viajes a otra ciudad del país. Una ciudad cerca, porque le dijo que era comerciante. Ella aceptó sin mediar permiso alguno con sus padres. La llamó 'princesa' y ella me cuenta que se le enrojecieron sus mejillas.
Aquel tipo, tan puntual, llegó a la cita en su coche un viernes a eso de las 5:00 PM con rosas y chocolates a llevársela en su viaje. Samanta no tardó en alistarse, aprovechando de que sus padres otra vez no estaban en casa.
Él, el tipo ese que se la llevó en aquel coche de su casa, se ganó su confianza, le relató de su vida, que era una víctima, que en su casa lo golpeaban y Samanta por primera vez se abrió a una persona. Confió en él. En todo lo que le decía. Le contó todo lo que traía dentro desde su vida en aquella mala familia. -'Todo lo saqué con él y fue la primera persona que se enteró de todo por lo que yo pasaba y empezamos a llorar, me dijo que me entendía, que sabía lo que yo sentía, y pensé: ¡guau!'- Me relató.

Samanta, la niña Samanta. Regresó a casa de madrugada y tras bajar de aquel coche, una discusión fuerte y una gran golpiza la esperaban. Su propio padre la corrió. -'¡Eres una puta!'- le dijo. Y la corrió. -'Elegí la puerta que se me abrió. Había alguien que me ofrecía respeto, cariño, comprensión y no me fui de casa porque me corrieran. Diría mejor que escapé de casa'-, dijo ella. -'Nada en esta vida pasa porque sí, todo tiene una razón'- me contó con sus ojos aguados. Se había ido a los brazos de aquel que la subió en su coche.

Me siguió relatando su vida. Aquel hombre que la fue enamorando, que resultó tener 34 años. ¡Por Dios, ella apenas tenía 15!
La llevó a un lujoso apartamento en un edificio de 6 pisos a las afueras de la ciudad. Allí la llevó a vivir. Los primeros tres meses fueron perfectos, llenos de amor, pláticas, ropa, zapatos. Pero algo en ese edificio para ella era extraño. Mujeres entraban y salían cada semana y ese tipo le aseguró que eran comerciantes como toda su familia, pero después comenzó a hablar con la verdad. -'Me dijo que sus primos eran Proxes y yo le pedí que me explicara porque no sabía. Me dijo que cuidaban a chicas que se dedicaban a la prostitución, y me preguntaba: ¿qué pasaría si tú trabajaras de eso? Constantemente me bromeaba con esas cosas. Después me dijo que yo tenía que trabajar y que no me imaginaba lavando trastes, limpiando casas, y me empezó a explicar de qué iba a trabajar si acaso me interesaba eso, cuánto tenía que tardar y qué tenía que hacer en el cuarto'-. La vi con tristeza y sentí rabia a la vez. Ella había vivido en un ambiente de golpes y maltratos, y ahora algo más se iba a sumar en su frágil vida...

-'Me dijo que el sexo no era malo. Que no iba a pasarme nada malo mientras él estuviera conmigo. Que me iba a enseñar cómo ser buena en la cama, que como era mi pareja era normal que me enseñara cosas. Que debía aprender a explorar cosas diferentes y a conocer mi cuerpo. Que iba a enseñarme a disfrutar de mi propio cuerpo primero. Yo era una niña enamorada de un hombre que me entendía y que era mi refugio. Confié en él. Me enseñó cosas. Me tocó muchas veces y me gustaba. Sentía corrientazos extraños cuando lo hacía, pero me gustaba. Me besaba por el cuello y las piernas. Yo temblaba, pero me gustaba. Me tomó la mano y me la llevó a adentro de su pantalón. Me dijo que me tranquilizara. Que era normal porque éramos pareja. Que eso hacían las parejas. Jamás había hecho eso y sentirle su 'cosito' duro y mojado fue extraño. Fue raro e incómodo. Yo saqué mi mano de inmediato. No fui capaz de seguir. No sentía nada al hacerlo. Pero él siguió tocándome. Me tocó allí abajo y aunque al principio fue fastidioso y no me sentía bien, después me gustó mucho debo decirlo'- Ella al contarme esto, me excitaba. Era extraño. Al principio sentía rabia, tristeza por su vida, pero ahora sentía en ese momento ganas. Excitación. No aguanté las ganas y la empecé a tocar yo. Ella se excitó también. Tuvimos sexo. Fue un sexo tan ardiente. Muy apasionado y algo sucio. Fueron los 45 minutos más intensos hasta ahora de toda mi vida...

Al terminar juntos aquella apasionante pausa activa, le seguí preguntando. Quería seguir sabiendo más de ella. Lo que aquel tipo le estaba enseñando. Lo que ella pasó en aquel tiempo. No les cuento lo que pasó luego, porque estamos hablando de una niña de apenas 15 años frente a un tipo de 34. Sólo diré que aquel tipo logró abusar de ella. ¡Sí! ¡Porque eso fue un maldito abuso!
-'Esa fue mi primera vez con un hombre'- me comentó. -'Luego de esa vez, pasó 1 año. No volvió a tocarme esos temas de prostitución. Pero en cambio sí hicimos muchas fantasías. Hicimos muchas cosas juntos. Unas muy románticas y otras muy íntimas. Muy sexuales. Muchas de esas fueron cosas que no imaginas Mateo. Incluso, él logró convencerme de estar con uno de sus primos. Me dijo que pensara que estaba con él. Lo hice pensando en él. Me enseñó a beber, a fumar, y me dijo una vez que tomara unas pastillas que hacían que yo no sintiera cosas raras o nervios. Las tomé. De verdad confiaba mucho en él. Recuerdo que una noche, hablando con él y sus primos en la sala del apartamento, uno de ellos sacó un polvo blanco y empezó a meterlo en su nariz delante de nosotros. Mi pareja también lo hizo y luego su otro primo. Yo estaba vestida con un short y una pequeña blusa que apenas llegaba a mi ombligo. Él de repente empezó a tocarme las piernas y delante de sus primos empezó a decirme que se estaba excitando. Yo también me estaba excitando. Sus primos al verlo a él haciendo eso, también se estaban excitando. No pensé en ellos, solo en lo que yo sentía. Empezó luego a besarme y excitado me decía al oído que si también quería dejar que sus primos me tocaran. Yo le decía que no. Él seguía y yo me excitaba más. Me excitó tanto que resulté sin darme cuenta siendo tocada por uno de sus primos. Su primo me besaba el cuello. Me excitó mucho más, y luego su otro primo también empezó a tocarme'- ¡Uff! No lo van a creer pero, nuevamente al oír eso me dieron nuevamente ganas de otra pausa activa con Samanta. Lo siento, pero soy solo un hombre. Soy humano y siento. Ella también sintió.

Despues de la segunda pausa activa juntos, ella prácticamente me dio a entender que por primera vez experimentó un trío. A los días siguientes a eso que pasó, me contó que su novio le había vuelto a mencionar el tema de estar con otro hombre. Que era una de sus fantasías. Que quería sentirme como una verdadera puta. Que eso le excitaba. Yo acepté. Ya estaba muy enamorada de él. Cuando estuve con otro hombre, éste me preguntaba que por qué el chico que decía que me amaba me hacía daño, que por qué dejaba que otras personas me tocaran si decía que quería una familia conmigo. Ese hombre me hizo entrar en razón. Me hizo pensar mucho en la vida que estaba llevando. No era la vida que había soñado cuando tenía 15 años. Yo ya tenía 16 años. Pensé mucho en eso por muchos días. Me sentía ya muy extraña junto al que creía mi príncipe. Ya no era ese príncipe... Fue tanto lo que pensaba y que sentí, que un día me decidí por irme sin decirle nada. Me regresé a la casa de mis padres... Mi madre al regresar, me vio. Lloró al verme. Me dijo que le dolía mucho lo que mi padre había hecho. El hecho de haberme corrido de la casa. Que ella ya no vivía con él. Que él se había marchado con otra mujer...'-

Hice otra pausa, tranquilos, no era una pausa activa de esas que ya se imaginan. Esta vez, la invité a salir del apartamento, compré dos jugos naturales y la llevé a caminar. Fuimos a caminar al malecón de la ciudad. Caminar a orillas del río de un lado y al otro las tiendas de ventas. La brisa era fresca y la sombra de los árboles nos cobijaba. Era todo muy a gusto. Le pedí que me siguiera contando su historia, y ella prosiguió...
Me contó que entre sus 16 y 19 años, en ese periodo, su madre empezó a salir mucho con amigos. Casi no pasaba en casa. Y que a su casa empezaron a llegar mucho sus tíos. Dos tíos que tenía, que desde siempre la intentaban a morbosear, y seguían de nuevo viéndola de forma extraña. Empezaron a ser frecuentes sus visitas, y la molestaban con palabras algo atrevidas y de doble sentido. Ella los ignoraba, pero sin embargo pensó en tener novio para evitar que sus tíos la molestaran. Fueron relaciones igual o incluso más apasionadas. Samanta ya era una experta en muchas cosas a su corta edad. Tuvo dos novios.

Aquí viene la parte crucial en toda su historia. Su último novio, ¡jah! Un día, mientras estaba con ella en medio de su excitación, la confundió con una mujer distinta. Quizás una novia o una ex novia. Ella no lo pudo comprobar. La llamó 'Samanta'. Ella me relató que se levantó de allí y se marchó luego de abofetearlo fuertemente con tanta rabia. Se sintió como 'la otra'. No quiso volver a saber de novios. No quería saber más de es cuento de los 'príncipes'. Pero... En medio de tantas cosas que había vivido y experimentado hasta ahora, admitió algo. Le gustaba demasiado el sexo. Ya sentía que era parte de su vida como respirar. Me comentó que, además de sus tíos, habían también dos primos que empezaron a ser muy amistosos con ella. Muy amables. Primos que no lograban disimular las ganas que tenían de estar con ella. Ella lo sabía... Ella confiesa que, sus primos eran muy apuestos. Que tenían atractivos físicos que a ella algo le llamaban la atención. Tanto así que, a sus 22 años, en fecha de su cumpleaños, luego de mucha insistencia en medio de los efectos del alcohol en una fiesta que se organizó, sus primos lograron conseguir lo que querían. No me dio los detalles de lo que pasó de forma obvia... Pasó lo que se supone tenía que pasar. Nuevamente, con dos tipos. ¿Fuera de control ya esto, no? ¿Algo enfermizo? No sé, a veces quizás las cosas solo se dan cuando no hay una buena formación y relación familiar entre padres e hijos. Cosas así suelen pasar... No la juzgo. Yo andaba igual o quizás peor. ¿Qué moral tendría si trataba de novias a mujeres en revistas de porno? Me masturbaba con tanta intensidad y de tal forma como si las tuviera en frente... Le hacía el amor a mis manos, ¡por Dios!

En fin, ella siguió contándome. Su madre apareció muerta en la calle un 13 de Febrero. La policía le notificó que un hombre la había querido acceder ofreciéndole dinero. Ella no accedió. Y la mataron. Su madre salía mucho con amigos, porque sencillamente era una prostituta. ¡Vaya forma de enterarse!

Samanta, no soportó el dolor de su vida, de la pérdida de sus padres, de la pérdida de su mejor etapa. Su niñez. Su adolescencia no existía. Se marchó de su casa y deambuló errante buscando alejarse de las partes que la hacían recordar su difícil vida. Alejarse de los tristes y amargos recuerdos.

En su caminar perdido, el destino la volvió a encontrar con aquel hombre que un día la subió en su coche. Esta vez, él no la quería como su novia. Ella no lo veía ya como su 'príncipe'. Al verla, él sólo pensó en sumarla a su negocio. ¿Recuerdan cuál era su negocio? -'¡Hola princesa!'- así comenta que la saludó. Ella me relata que le respondió: -'No me digas princesa, dime Samanta'-

Así empezó. Todo fue un mar de momentos difíciles para ella. Ella quería solo borrarlos. No recordarlos. El método, la prostitución. Al fin aquel tipo del coche había logrado lo que quiso. Sus primeros clientes eran de 30 a 40 clientes por día, hombres e incluso mujeres. Su cuerpo soportaba horarios laborales de 6 horas y los fines de semana se prolongaban más. Necesitaba analgésicos para aguantar. -'Desde la primera vez sabía que estaba ya muerta en vida. Me tocaron diferentes hombres y las chicas jóvenes somos solo carne fresca. Me insultaban, pegaban, escupían, no me respetaban y así pasaban días, semanas, meses, pero eso ya no me importaba... Hasta que se convirtieron en cuatro años. Yo solo no pensaba en la labor sino en las ganas y el placer que de alguna forma no se iban de mi. En tiempos libres me comía un dulce, y lo saboreaba como si fuera un pene'-, me comentaba ella. Increíble. Siguió relatándome...
-'Yo tenía un cliente favorito; un hombre de 53 años que me tenía mucha confianza. Venía todos los viernes en la noche e íbamos a su casa. Una noche quedé con dos amigos ladrones para que esperaran cerca de su casa. Cuando llegamos a la casa yo les di entrada a los dos. Yo estaba muy cansada y mis compañeros drogados. A mi cliente lo maniatamos y lo sentamos en una silla. Mis amigos le pegaron para que dijera dónde estaba la plata hasta que habló. En ese momento me dio un ataque de como de epilepsia o algo así y caí al piso. Mis amigos hijos de puta se fueron con la plata y me dejaron allí. Cuando llegó la policía estaba tirada en el piso y mi cliente atado: mordí la mano que me daba de comer. Me arrepentí de haber hecho eso. Por ese robo con armas, fui condenada a 4 años de prisión. Me reunieron en la misma celda con otras mujeres que habían sido prostitutas. Las autoridades que nos tenían que vigilar también se ocupaban con nosotras, llegaban a eso de las 11:00 PM y se metían con nosotras en la celda; mal nacidos con uniforme se desfogaban sus ganas con nosotras. Se supone que ellos solo nos tenían que vigilar y no, también nos trataban como una cosa'- ¡Qué mierda! ¿Es en serio?

No pensó en escapar porque quería solo la libertad pronto. Eso me decía. Pero tuvo una forma, y era hacerse pasar como una loca, así es, como una loca. Al menos la trasladarían a un manicomio y estaría fuera de esos abusos. Lo hizo así. La llevaron a un manicomio. -'Al principio fue difícil, pero como todo terminé por adaptarme a las drogas que me suministraban. Tuve varios abusos, pero, ¿Sabes? Al fin en ese sitio aunque sea gracias a medicamentos, pude conocer de nuevo el sueño. Volver a dormir. A descansar. Aunque confieso que muchas pesadillas me han estado instigando, y a veces siento que en realidad sí estoy volviéndome loca. Incluso pienso que hablar contigo Mateo es solo parte de una de esas pesadillas. Que estoy solo relatando algo de mis pesadillas'-

¡Espera! ¿Cómo así? ¿Que soy parte de un sueño, de una pesadilla de Samanta? Ahora siento que el loco soy yo...

(suena un celular) Abro los ojos, son las 6:00 AM del 14 de febrero. Llaman a mi celular. Contesto. Un policía está en la línea... (un breve silencio). Mis lágrimas salen...

¡Samantaaaa! ¡Noooo!