martes, 19 de marzo de 2019

Un distinguido secuestro

Eran las 6:30 de la mañana, el agua caliente, casi hirviendo caía sobre mi espalda, mi pecho, mi cuello y mi cara; el cabello mojado llegaba casi a mis caderas y se movía y pegaba a mi piel a cada meneo.

Día 33 –pensé- Tan diferente, tan intimidante, pero tan excitante a la vez… –suspiré-

Después de mi ducha vaporosa, desenredé mi cabello, vestí unos jeans azul claro, un playera tipo polo y sandalias, me maquillé levemente y por último salí de mi casa con rumbo a la Universidad. Debía tomar un camión que me dejaría a unas 6 cuadras del plantel aproximadamente; mientras viajaba utilizaba mis auriculares y escuchaba música, aunque realmente no ponía atención, mi mirada se encontraba perdida, indecisa y tambaleante. Igual estaba mi vida, mis sentimientos y mi interior.

-Ya llegamos a la parada oye –escuché que me gritaban-

Hummm –solté un aspaviento-

Me estresaban en demasía las personas que se ponían groseras sin saber el estado en que uno se encuentra, digo; nadie es adivino y se comprende, pero nunca se sabe qué día necesitarás recibir la comprensión que yo necesitaba en aquél momento.

-Ok, estaba distraída, perdón –le contesté bajito al chofer que me miraba molesto-.

Bajé del autobús y subí el volumen a la música, me quedé ahí, en la esquina de la calle, esperando que el semáforo cambiara de verde a rojo y poder cruzar continuando con mi camino. Después de esperar un minuto, el semáforo finalmente cambió de color y comencé a caminar por las líneas amarillas, de hecho casi a correr ya que permanecía muy poco tiempo en alto y no daba mayor oportunidad para pasar caminando lentamente. Estaba a la mitad de la calle cuando escuché a lo lejos a varias personas gritar desesperadamente y correr a todos lados, mi reacción fue intentar correr sin siquiera saber de qué se trataba, pero lamentablemente no tenía escapatoria, esto iba para mí.

No tuve tiempo ni de pensar, ni mínimamente de quitarme los audífonos para apreciar lo que realmente pasaba, o estaría a punto de pasar.

-Súbete –me gritaron varios hombres-
Inmediatamente después, sentí un jaloneo fuerte pero un tanto delicado, traté de liberarme pero fue imposible, mis audífonos se rompieron y lo último que pude visualizar fue una camioneta azul de cuatro puertas con un rodado altísimo.

Mientras me subían forcejeando a la parte delantera, observé que una mano salía de la ventanilla trasera del vehículo, en la muñeca brilló un gran reloj color dorado. Después de esto, supe que estaba siendo víctima de un secuestro y la idea me puso a temblar.

Ya estando dentro me vendaron los ojos, ataron mis manos por atrás de mi cuerpo rodeando las muñecas y me recargaron en un asiento. Yo, sin poderme mover pensaba y daba vueltas en mi cabeza, “nunca hice nada malo” “no era una persona adinerada” ¿que podían obtener a cambio de mi rescate?.

Mientras temblaba y comenzaba a sudar, sentí una mano acariciar mi mejilla y mentón, no sé porque pero me sentí aliviada, nerviosa, claro está, pero ese contacto fue una sensación que me llenó de euforia por saber a dónde y cómo iría a parar.

No sabía cuántas personas íbamos dentro, pero ninguna pronunció ni una palabra, y esto me ponía aún más tensa, encorvé mi espalda en señal de rendición y me acurruqué  en posición fetal pensando lo peor, no volvería a ver a nadie, no vería a mis amigos, a mi familia y compañeros de escuela.

De pronto y calculando menos de dos horas en circulación, nos detuvimos y me tomaron nuevamente de los brazos para bajarme, me recargaron en lo que según la textura pude suponer que era el tronco de un árbol. Había hojas secas, me percaté porque escuché a los hombres alejarse y pisarlas, suponía también que eran hombres, más nunca supe su sexo.

-Me avisas carnal –escuché a lo lejos, y creí conocer la voz-.
-Sí wey –contestó de inmediato la segunda voz-
Entonces, todo lo que tenía posibilidad de erizarse en mi cuerpo, se erizó.

Seguido de esto, escuché un fuerte arrancón, y un silencio inmenso. Temblaba de miedo y de nervios a la vez, no podía dejar de pensar en la voz, en que la conocía, en que movió mi piel, movió mi pulso y aceleró mis latidos; quería saber en dónde y con quien estaba, si estaba sola o había alguien más conmigo, no escuchaba nada, solo sentía aire azotar en mis brazos, y hojas secas entre los dedos de mis pies.

Unos quince minutos después, escuché poco a poco ir aumentando y acercándose el crujir de las hojas, eran pasos, lentos pero firmes, mi cuerpo estaba completamente enroscado y mis manos temblaban de miedo. El individuo caminó en círculos a mi alrededor, y percibí un aroma tan delicioso que no podría describirlo, ahora la sensación no era de miedo, era de necesidad, exigía seguir el perfume, exigía sentirlo cerca, tenerlo llenando mis pulmones después de ingresar a mi organismo por las fosas nasales, estaba desesperada, por que me hablaran, por que me dijeran algo, y no lo soporté más.

-¿Quién chingados eres y quien te crees para traerme aquí? ¿Qué es lo que te debo? ¿O qué pretendes conseguir de mí? –un tono de rabia y consternación sonaron al gritar estas palabras, quería desatarme, quería ver su rostro y confirmar su identidad-.

De pronto escuché el frotamiento procedente de una ruedecilla de acero chocando contra la piedra de chispa que produce la flama en un encendedor, pude oírlo casi dentro de mi oreja, e imaginé tal acción dentro del artefacto; luego de esto sentí estrellarse en mi rostro una exhalación de humo e inhalé el aroma sin querer.

-Es hierba –pronuncié bajito mientras aspiraba lo más que podía-.

No era adicta, ni siquiera la usaba, pero olerla estimulaba en mí una sensación de euforia, de satisfacción y de relajación que no obtenía haciendo ninguna otra cosa, no importaba que no la fumara, podía identificar su olor a metros, y en esta ocasión podría afirmar que mi agresor estaba fumando mota en frente mío.

-Tú sabes quién soy chula –susurró en mi oído mientas deslizaba sus dedos por mis brazos inmovilizados, y me vació su nueva bocanada de humo en el rostro.

Quise pronunciar palabra, pero antes de que lo hiciera lo sentí hincarse en frente de mí, me abrió las piernas y me tomó de las mejillas con una de sus manos, la otra comenzó a deslizarla poco a poco desde mi cadera hasta mi pierna derecha, y al mismo tiempo pegó sus labios a los míos obligándome a abrirlos para él y aspirar el humo que él había chupado de su cigarro. Dí el golpe sin pensarlo ni sentirlo, y de inmediato comenzó a hacer efecto en mí, sentí entumirme y relajarme, mis hombros dejaron la tensión y comprendí que no sería un secuestro doloroso, sino todo lo contrario.

-Te había deseado tanto mi reina –musitó en mi oído al tiempo que movía un poco la venda que me colocaron para tapar mi vista- no sabes como deseaba este momento –agregó-.

Apreté mis piernas de manera inconsciente, pero sus rodillas me impidieron cerrarlas por completo. Sin titubear besó mi cuello, pasó a mi mejilla y luego a mi nariz, me besaba adorándome, me besaba con un deseo recluido y yo sentía angustia de no poder corresponder, mi boca permanecía abierta sin saber qué medida tomar ni a dónde dirigirse, solo disfrutaba lo que sentía y quedaba a la espera de una nueva caricia; sin dejar de mencionar que entre su perfume y el olor de la hierba estaba matando mi olfato, y apoderándose de mis sentidos.

Sentí pasar la palma de su mano por mi pecho, dibujó el contorno de mi seno y enseguida consideré que su boca se posó en ese mismo lugar por encima de mi playera, trate de desatar mis brazos para poder corresponderle, pero fue en vano, me encontraba en completa inmovilidad; de inmediato sentí bajar su cara, y levantar mi playera al nivel de mi pecho, toco mi sostén y me apretó con lujuria, con una suavidad y un deseo incompatibles liberó mis senos sin quitar el brassiere,  sentí humedad y comprendí que su lengua se encontraba sobre mis pezones, los cuales lamió y mordió con frenesí, arqueé mi espalda y mi entrepierna comenzó a humedecerse; yo estaba adorando ese momento.

Sostuvo con su mano mi seno derecho y en forma de círculos dibujo mi aureola, su lengua bajó por mi vientre y luego al ombligo, se detuvo ahí jugueteando y lamiendo, mientras con sus manos masajeaba sin cesar mi par de pechos excitados, sentí su rostro bajar un poco más con intención de estacionarse en un área de perdición, con sus dientes sobre mis jeans desabrochó el botón, seguido de esto escuché y sentí bajar el zipper; entonces supe sus intenciones.

Colocó ambas manos en mi cintura y me apretó con excitación, de pronto y sin esperarlo mordió mi entrepierna por encima del pantalón a lo que respondí con un leve gemido, en ese momento deseé continuara y consumara su cometido, sus manos bajaron y tocaron mi pretina para con fuerza dar un jalón e invitarme a relajarme.  Mis  pantalones quedaron justo debajo de mis nalgas, haciendo una fuerte presión sobre ellas, él sin pensarlo dos veces apalancó la fuerza de sus manos en mi carne trincada, y se propuso colocarme en una posición más dispuesta para su boca, mordió, chupó y saboreo mi lampiño monte de venus sobre las pantaletas haciéndome retorcer de las ganas.

Con su lengua movió una parte de mi calzón, justo para poder comenzar el procedimiento celestial que me llevaría a mi primer delicioso y ansiado orgasmo; dió un fuerte lengüetazo haciéndome gritar de desesperación, apreté mis manos con fuerza en contra del lazo que las apresaba, y junté mis piernas en señal de aceptación. El sintió mi codicia y comenzó a chupar mis labios vaginales, la humedad de mi ser hizo contacto con su saliva y se fundieron al compás de sus lamidas, el efecto que se combinaba entre mi deseo, mi desesperación y la hierba que me puso al mil, me hicieron desear que no se apartara de mí y que continuara subiendo el ritmo; sus labios besaban mi cavidad a más no poder, mientras que sus dedos se dirigieron a mi boca, en donde los chupé y succioné con sensualidad y atrevimiento, haciendo representación de las ganas que sentí por que no fueran sus dedos sino otra cosa la que lamiera.

-Mmmmm –lo escuché gemir mientras se separaba un poco de mi-. ¡Eres deliciosa chula! –Sumó a la frase anterior-.

-Desátame por favor, no me tengas así, quítame la venda por Dios, necesito verte –Le imploré con la voz quebrada y agitada que salió haciendo mi mayor esfuerzo-

-No mi reina, te voy a disfrutar yo –contestó a mi petición-.

Continúo subiendo el ritmo y mi sentí en mi vientre una contracción, estaba a punto de vaciar ansiedad encima de sus labios.

Introdujo en ese momento uno de sus dedos en mi cavidad, yo por mi parte sentí que no aguantaría un segundo más sin hacerle saber que me había llevado a la gloria, con un ritmo acelerado metía ya sacaba su dedo índice de mi vagina, mientras su dedo gordo masajeaba al mismo tiempo mi clítoris y me hacía retorcerme de la sensación, no fue necesario mucho tiempo para que en cuestión de un par de movimientos más, mi cuerpo, mi mente y mi alma le demostraran en ese instante a sus dedos y a su lengua que habían hecho un excelente trabajo y me habían hecho tener el orgasmo más deliciosamente ansioso y aceleradamente rico de mis días.

-Por favor dime quién eres, no puede ser que me hagas esto sin conocer siquiera tu rostro –Supliqué consternada, mientras sentí que sus manos tomaban las mías invitándome a levantarme del lugar. -No puedes dejarme así, no después de lo que me has hecho sentir   –repliqué-.

No recibí respuesta alguna, en esta ocasión se reservó a sostenerme y ayudarme a sacarme por completo los empolvados y mojados jeans, limitándose a levantar mis bragas de los talones para caballerosamente colocarlas en su lugar.

Caminamos en silencio, yo delante de él, era un camino pedregoso, calculo que alrededor de unos cincuenta metros, a cada paso, él desataba un poco más mis muñecas, tal vez se había dado cuenta que yo no escaparía, no porque quisiera quedarme con un hombre del cual desconocía su identidad y porque minutos antes le había hecho a mi cuerpo una jugada muy ardiente; él sabía que al encontrarme indefensa y teniendo un poco de noción del panorama que nos rodeaba, jamás intentaría escapar con los ojos vendados y sin tener un guía a mi lado.

De pronto paramos,  y su cuerpo se pegó detrás del mío, con las manos completamente desatadas ya para ese momento, tomó mis brazos y junto de los suyos, rodeó mi silueta por la parte delantera, colocó su cabeza en mi cuello, y susurró muy cerca de mi oído:

-Esto no termina aquí mi reina, vienes muy a fuerzas, y muy a fuerzas te voy a tener que sacar, recuerda mi voz –dijo-.
-Bue-nos dí-as se-ño-ri-ta, ¿me recuerdas ahora?  –comenzó a reír-.

Imposible, ¿era ese mismo hombre?, quien desde hace días  había estado siguiéndome hacia la escuela, saludándome todos los días. Sentir su cara y no poderla tocar, sentir sus labios tan cerca y no poder mirarlos, me hacía sentir una impotencia indescriptible, quería confirmar que era quien mi cabeza imaginaba, a quien mi mente evocó un momento antes cuando mi cuerpo fue preso de su destreza. No pude pronunciar palabra, y deseé con mi mente, deseé con mis latidos y deseé con mi entrepierna, que su primer comentario se refiriera a lo que yo ya estaba necesitando.

Seguí caminando conforme su duro cuerpo aferrado al mío indicaba, mis pasos eran inseguros y lentos, sentía su respiración un tanto agitada por sobre mi nuca, y escuchaba crujir el piso de madera bajo nuestros pies. De pronto, me volteo frente a él, y aún con los malditos ojos vendados, me hizo sentar en lo que concluí era una cama. Claro, no estaba tan equivocada, sabia a lo que se refería, y estaba loca por que pasara.

-Te me sientas tranquilita mi chula, y no te muevas de aquí, no me tardo –Lo escuché decir mientras sus pasos se alejaron-.
Mi cabeza daba vueltas, y no sabía qué hacer, solo esperaba que realmente hubiera atinado su cometido, y rogaba a Dios no fuera un traficante de órganos o algo por el estilo, estaba muy segura de saber quién era, pero lógicamente tenía cabida para dudarlo un poco mientras no se mostrara ante mí.

Escuché algunos ruidos extraños, pasos por aquí, pasos por allá, pero ni una sola palabra. De pronto sentí la cama oprimirse detrás mío, y la poca luz que mis ojos vendados captaban, se convirtió en una completa penumbra; acto seguido una mano desató la venda que rodeaba mi cabeza dando paso a la vista. No podía observar mucho, sino una luz amarilla y tenue iluminando la habitación, en ese momento no quise moverme, tuve pánico de hacer un intento por observarlo y preferí quedarme quieta esperando su próximo movimiento.

-Discúlpame princesa por hacerlo de esta manera, solo quiero que disfrutes, que te relajes y dejes que tu cuerpo haga lo mismo-.

Ésta indicación me dejó helada, temperatura que subió con un solo beso en mi lóbulo derecho, pude observar entonces un espejo enfrente de nosotros, era largo, de cuerpo entero, en donde pude fijar la mirada y observar que era él, efectivamente era el hombre que estuve mirando día tras día durante casi seis meses rondar por mi escuela, quien parecía me seguía, me deseaba buenos días y continuaba su camino; a mí se me había hecho costumbre, nunca pensé que su único deseo era hacer mi cuerpo suyo. La única cordura que pudiera haber mantenido se esfumó de mí ser, y decidí apoyar su moción anterior, decidí disfrutar, fuera como fuera, y con ese hombre  tan fervientemente desconocido.

Sus manos acariciaron mis brazos por partes, sacándome de mis adentros, sus dedos se deslizaban acariciando cada centímetro de mi piel, terminó por completo de sacar mi blusa, dejándome totalmente en ropa interior, no dejo en ningún momento de besar mi cuello mientras me desnudaba, y no me resistí de ninguna manera, de modo contrario recargue mi cabeza hacia atrás y sobre su pecho, sentir sus labios mojados estaban encendiendo nuevamente mi deseo.

Después de esto sus manos tomaron las mías, y con un movimiento fuerte, duro pero cuidadoso, me hizo quedar placenteramente indefensa al colocarlas detrás mío, casi como si fuera a esposarme, en esa posición, movió mi cabello para un costado, y comenzó a besar de a poco mis hombros, bajó por mi espalda, y su lengua se encargó de hacer mi piel erizar.

-Eres hermosa –susurró bajito-.

De pronto soltó mis manos, y por debajo de ellas introdujo sus brazos para dirigirlos hasta mis senos, los rodeó con sus palmas abiertas y acarició mis pezones con su dedo índice, dio unos cuantos jalones cariñosos y su lengua se posó en mis orejas. Lo sentí ponerse de pie, y confirmé el movimiento en la sombra reflejada en el espejo, se puso frente a mí y me levantó, no pude contenerme más, y de una manera encolerizada saqué la playera blanca de recorte que él llevaba puesta, reaccionó de inmediato, me tomó de las manos controlando la situación y me volteó de espaldas frente a él, era imposible no sentir su miembro sobre un pants de tela delgada que llevaba puesto, estaba completamente erecto, agradablemente duro para mi sorpresa.

No pude más que de manera automática recargar mis nalgas sobre él, mientras sentí que sus manos se dirigían sin dudar a mi zona central, comenzó a acariciar mi sexo, el cual no dudo en babear, estaba completamente mojada, no necesité de mucho para esto.

Besó mi cuello,  y luego me obligó a girar el rostro de manera que pudiera por fin besarlo en la boca, sin dejar de masajearme por encima de las pantaletas, continuó besando mi lengua, mordiendo mis labios, saboreando mi saliva, y calentando mi piel.

Con la otra mano me propinó dos fuertes manasos en los glúteos, y comenzó a realizar movimientos inconscientes en contra de mis nalgas, su pene erecto chocaba necesitado contra mi cuerpo, y sin dudarlo me incline un poco más, comencé en forma de círculos a restregarle todo lo que tenía para él. A ésto contestó con un movimiento mucho más rápido en mi cavidad, cuando de forma automática, tomé su mano y lo obligué a entrar a mi vagina, hice con ellos lo que quise, le indiqué el movimiento y así junto con las bragas, su dedo índice nuevamente sintió el calor y la humedad tenía para ofrecerle, no fue mucho lo que duró en adaptarse, mi mano lo soltó y se dirigió a su nuca, quería probar su boca, no quería separar mi lengua de la suya, y esta situación se estaba convirtiendo en poco para mí.

No solo para mí, también para él, lo comprendí cuando enredó mi melena entre la mano que le quedaba libre, y jaló hacia atrás, sacó sus dedos de mi cavidad, y procedió de manera rápida y eficaz a liberar su apetecible miembro erecto. No entiendo el porqué de mi calentura, solo sé que si no lo introducía dentro de mí, esta situación no podría seguir.

-Hazlo ya hombre misterioso, quiero sentirte dentro mío –Le grité necesitada-.

-¿Lo quieres ya mi reina?  –Replicó mientras daba otro jalón a mi cabello-.

Disipe su duda en un segundo, inclinando mi trasero, quedando piel a piel, sintiendo como su virilidad  estaba tan húmeda como mi feminidad. No tardó mucho en decidirse, y de una sola estocada entró en mí, haciéndome gritar con la sensación, salió, y entró nuevamente de forma lenta, esto me volvió loca, y le pedí continuar, y dio comienzo a un vaivén perfectamente coordinado, en donde su mano izquierda tomaba mi cabello como un jinete toma la rienda de su caballo, y con la mano derecha se inclinó un poco a masajear mi seno derecho.

Subió de ritmo y me penetraba más fuerte, más rico, más rápido. Jadeando, sudando, gimiendo.

Del mismo modo yo intentaba apalancar contra su pelvis para sentir un poco más,  alternando movimientos lentos, y luego entraba y salía sin parar el doble de veces; yo no sabía cuándo vendría cada una, pero la espera me hacía apretar las paredes de mi entrada.

De pronto tomó una de mis piernas, la subió al colchón y soltó mi cabello, dobló mi cuerpo y mi cara quedó en contra de la cama, solo pude observar a mi derecha y ver el acto reflejado en el espejo tal si fuera una película porno, película en donde la protagonista estaba siendo yo, lo vi saborearse al ver mi vagina y todo mi trasero expuesto, acarició mi espalda, y bajó a mis nalgas, entre mis piernas aseveró más de diez lengüetazos sin tregua, igual que lo hace un perro sediento al tomar agua de su sartén.

Después de confirmar que seguía lo suficientemente húmeda para recibirlo, se puso nuevamente en posición y agarró mis caderas fuertemente con sus manos, entrando rápidamente en mí, jaló mi trasero para atrás y hacia adelante a su antojo, subiendo de intensidad, esta vez supe que no podría más,  no era que fuera una experta sexual, pero no era regular creí yo, que una mujer tuviera un orgasmo en solo dos posiciones

Vio, o sintió que se acercaba mi final,  y deshizo el hecho tomando mi cuerpo y fuertemente tal si fuera un objeto, me jaló y me volteó con euforia frente a él, puso mi pelvis en la punta de la cama y se inclinó un poco para quedar al nivel de mi entrada.

-Quiero que mires mis ojos al terminar, y quiero que lo hagamos juntos –Me ordenó-.

Jaló mis caderas y nos unimos nuevamente, esta vez pude observar que él adoraba mi cuerpo, que lo observaba detenidamente, que su placer estaba en sentir que yo lo disfrutaba, que sus movimientos se adaptaban a los gestos que mi cara manifestaba, subió de intensidad, sus manos se clavaron en mis pechos y los apretó, la situación se volvió incontrolable, su pene entraba en mi vagina y salía a su antojo, el sonido de su piel chocando con la mía era lo único que se escuchaba, sus gemidos y mis gritos ahogaban cualquier ruido que pudiera hacer la repisa que nos sostenía.

-No pares por favor, no pares –Intenté decirle-.

Él respondió callándome con un beso mientras sentí que la fuerza en las penetraciones aumentó, salió, entró, y los fluidos eran más abundantes, permitiéndole deslizarse fácil hacia adelante, rápido, rápido; esto se estaba volviendo endemoniadamente rápido.

Apreté un poco más, y sentí que entre sus besos llenando mi boca, mis senos llenando sus manos, y mi vagina abrazando su miembro, estaríamos a segundo de estallar.

Hizo un fuerte aspaviento, al modo del famoso Hulk, y entrecortado me gritó:

-Termina conmigo hermosa, termina conmigo mi reina-.

Juro que yo no entendí su dialecto, mi cuerpo y el suyo fueron los únicos que descifraron.
Tres estocadas, apretando todo el cuerpo, mirándonos a los ojos y en cuestión de segundos, la cama se había bañado de una avalancha de líquidos bendecidos del placer.

Bajó lentamente de ritmo y su cuerpo se dejó caer sobre del mío, dio un dulce beso a mi frente, me abrazó y por ultimo pronunció:

-Eres sin duda la mujer más hermosa, más exquisita, y me consta, la más inteligente…-

En efecto, era ese extraño, en ese momento ya no tan extraño. Realmente no quise poner atención en nada, me limite a recuperarme, no quería pensar en nada ni en nadie, no quería saber que pasaría ahora, solo anhelaba en caso de ser posible, que algo similar pasara pronto.

Y es que sin duda, éste había sido un secuestro bastante distinguido.

Publicado en 22nd March 2016 por Citlalli Serratos

http://pensamientosmenteenloquecida.blogspot.com/2016/03/e-ran-las-630-de-lamanana-el-agua.html

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